El siguiente texto es un poquitín suficiente, pero si, por ahí van los tiros. Y es que hasta la persona más perseverante o más pacífica llega un momento en que no puede más. Y no debe aguantar más, tampoco.
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Mi consejo es que te largues
Natalye Carbayo (http://codigonuevo.com/que-te-largues/)
«Que te largues. A otro lugar, a otro corazón, a otros labios, a otro país, a otra casa, a otro trabajo. Que te largues, y que te largues lejos. De lo que te hace sufrir, de lo que huele a viejo, de lo que ya no usas, de lo que no te aúlla dentro como mil bocas de lobo en mitad de la noche. Que te vayas. De lo que sobra, de lo que no te empuja hacia adelante, de lo que no brilla, de lo que es rancio y tiene un sabor amargo, como el portazo que se le da a un círculo que se cierra o la despedida que se cuela entre los dedos cuando ya no puede avivarse lo que está muerto.
Que te empeñas en quedarte donde ya no te quieren, por el ‘tal vez’, el ‘ojalá’, el ‘y si mañana’. Lloriqueando en los rincones, los corazones, escupiendo -y esculpiendo- lágrimas y haciendo obras maestras con un dolor que ya no te pertenece. Porque sí y porque no vamos a engañarnos a estas alturas. Que nos faltan pelotas y nos sobran motivos para largarnos. De aquí, de allí, del ‘ya veremos’, del ‘quizás más adelante’.
Que no nos alejamos porque no (nos) queremos y porque estamos hechos de piedra en lugar de precipicio. Impregnados en silencio, en condescendencia nuestra y ajena, de conformismo y de pasado. Y las risas, y el movimiento, y la vibración para el de al lado, que a nosotros nos pesa demasiado eso de decidir empezar la vida porque no vaya a ser que me dé un guantazo y entonces la liemos.
Que te repito: que te compres el billete, que dejes el frío y que vivas. Que te alejes. De la sombra de tu sombra, de la opinión de la masa, de las preguntas intrusas, del silencio dilatado, del veneno y los estómagos vacíos. Que busques y que encuentres, que no te vacíes y que si saltas lo hagas sabiendo que puedes estamparte.
Porque si te quedas, si finalmente decides que no te largas y te quedas, porque estás inmóvil esperando sin conciencia y sin supervivencia, arrastrado y exhausto quejándote de lo que no te gusta, entonces te mueres y de ahí ya no sales.»
Y si de ahí ya no sales, te lo prometo, entonces te lo pierdes.
Bien escrito, no sé si es real, representa algo concreto o es alegórico, pero me ha gustado.
La elocuencia de este escrito tiene un poder volcánico que me deja temblando. No se puede decir mejor. Es el consejo vital más sensato y sincero que puedes dar a alguien preciado. Eso deseo para ti: que busques y encuentres, que saltes sabiendo… y no te lo pierdas.
No es que no me lo vaya a perder; es que no me lo estoy perdiendo.
Entonces mi alegría es inmensa.
Pues me encanta. 🙂
Mi condición actual oscila entre la profunda tristeza sentida por el abandono experimentado y por mi incapacidad por no haberlo sabido ni podido evitar, y la inevitable y pertinaz alegría íntima de reconocer que estoy en el camino. O en otras palabras, que vivo plenamente. De ahí que mire con cierta compasión a aquellos que me aconsejan «quiérete a ti mismo» y cositas así… ¿Pero qué estarán haciendo ellos, pues, para tener que aconsejarle a quien está encadenado radicalmente a la vida que lo haga? ¿Falta de sensibilidad? ¿Falta de suficiente experiencia vital o visión de conjunto? ¿O adicción a la fraseología autoayudosa más vacua?
(Que conste que uso «fraseología» con toda la coña del mundo; se trata de un palabro más de tantos como se han puesto de moda, añadiendo innecesariamente el sufijo -logía a cualquier sustantivo. Por ejemplo, «climatología» está sustituyendo ya casi totalmente a clima o tiempo, aunque su significado original sea diferente. Y demás).
Un auténtico compendio de factores debe actuar para que suceda algo así, realmente; aunque quizá reflexionándolo pudiéramos aislar la esencia común de todos ellos. Hay una frase muy reveladora atribuida a Gordon Dickson que, lúcidamente, afirma: «Hay personas a las que les gustan tanto mis consejos que los enmarcan en la pared en lugar de aplicárselos.»
Muy propio de nuestros tiempos, caracterizados por la superficialidad. De manera que es todo más importante por lo que aparenta que no por lo que supone en esencia.
Sí, es cierto. Pero debe ser más propio de gente ligera que se deja llevar por la inercia de la tendencia, porque yo también soy de este tiempo y no paso por ahí.
Tú es que eres rrrrrrrrrrrrrrara, rrrrrrrrrrara… Casi tanto como yo. 😛
Gente ligera en tiempos de superficialidad. Así es, en breve, el escenario vital en que nos desenvolvemos. Es un círculo vicioso; los tiempos lo son porque se han colmado de gente así, y los individuos tienden a serlo porque las circunstancias les conducen a dejarse llevar. Hace falta un poquito de espíritu crítico y de energía para romper el bucle de retroalimentación y mantenerse alejado. Merece la pena; pero, obviamente, no está al alcance de todos. Sobre todo, porque mantenerse alejado es costoso en términos de energía y atención, y no solemos admitir de buen grado la soledad que acarrea. Es mejor «seguir y seguir la huella».
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