En el último de los comentarios a pie de una entrada anterior (https://joseluisyela.wordpress.com/2015/10/28/que-llega-un-momento-que-ya-esta-bien/) me he referido a los tiempos actuales como tiempos de superficialidad. Hay quien no está de acuerdo con esto, y lo entiendo; en cualquier momento histórico, la mayor parte de los humanos han pasado de puntillas por la vida, mientras que solo una minoría se cultivaba y se enfrentaba con decisión a los enigmas y a los problemas profundos de la vida. Es verdad, aun reconociendo, como siempre, que las diferencias entre unos y otros son de grado, no de clase. Sin embargo, yo no me refiero a ello en términos absolutos, sino relativos, comparativos. Jamás antes, en la historia de la humanidad, había habido la oportunidad, como ahora, de que una parte importante de humanos manejara tal cantidad de información. ¿Y cómo reaccionamos, sin embargo? Nos limitamos al entorno de conocimiento que nos rodea, asumimos únicamente una pequeña porción de dogmas, nos quedamos sentados delante del televisor. Cerramos los canales de entrada, vamos. Hacemos un esfuerzo mínimo por sumergirnos en esos torrentes de información que están a nuestro alcance. No nos interesa. Así que no es de extrañar que el grado de mediocridad sea aplastante; la interpretación de la realidad que sostiene la mayor parte de los individuos es de un simple que aterra. Y esto no se refiere a la forma de escribir, solamente; hay quien tiende a expresarse mediante sintagmas simplificados y sintéticos, como yo mismo. ¿Cuántos españoles, por poner un ejemplo, están al cabo de lo que significan los postulados de la evolución por selección natural, de la relatividad o de la indeterminación cuántica? ¿Quién sabe lo que son estructuras disipativas, criticidad autoorganizada o epigenética, y cómo sus fundamentos ayudan de manera clave a entender por qué somos como somos? Millones de personas hacen esfuerzos por enfrentarse a los retos de la trascendencia (gnosis, conocimiento sobre lo que representamos como entes vivientes y sobre la razón de nuestra existencia) sin haber asumido antes los fundamentos del conocimiento racional (episteme), lo cual convierte gran parte de sus razonamientos en pueriles y sus esfuerzos en parcialmente inútiles, de cara al acercamiento al conocimiento (aunque ellos se defiendan, argumentando que así les va bien. ¡Viva la pobreza de espíritu!). Todavía hoy, y quizá más que nunca, racionalistas puros y espiritualistas caminan de espaldas unos a otros, utilizando toda clase de argumentos lógicos o intuitivos para descalificar de raíz a quienes consideran contrarios. Así es la humanidad; nos cuesta mucho sumar. Por no arriesgarnos a pensar, es decir, por no abandonar nuestras posiciones conocidas, no queremos mirar aquello que nos puede producir desasosiego en el corto plazo, pero plenitud a la larga. Aceptamos la estrechez. Y ponemos en bandeja a los poderosos su dominio sobre nuestros actos.
Todo esto me vuelve a la cabeza nada más despertarme, abrir Facebook y leer las dos primeras noticias.
Según la tradición hispana, el día 1 de Noviembre se celebraba la fiesta de Todos los Santos y el 2 la de Difuntos. De unos años a esta parte, esa tradición ha desaparecido, como tantas otras, y ha sido sustituida por Halloween, de manera que muchos niños y jóvenes no han oído hablar ya de otra cosa. Independientemente del origen de ambas tradiciones, el caso es que nos estamos dejando absorber por las corrientes sociales foráneas, dominantes, que entran hasta lo más profundo de nuestros hogares fundamentalmente a través de la televisión, y sucumbimos porque no tenemos una formación solida, porque ignoramos lo fundamental sobre nuestras raíces. Al faltarnos los elementos de comparación, no hemos desarrollado el indispensable espíritu crítico. No es que Todos los Santos haya sido sustituida por el rito pagano anterior, el Sambein céltico, que debió predominar en toda la Iberia no estrictamente ibérica hasta la llegada de Roma; es que se ha sustituido por la empobrecida y ñoña festividad de Halloween, también derivada del Sambein, pero completamente anglificada y trivializada. Cuando alguien menciona esto como lo ha hecho hoy Mercedes Izquierdo Muñoz, y como acostumbro a hacer yo mismo, en seguida surgen voces que nos tachan de tiquismiquis, de que nos tomamos las cosas demasiado en serio, de que siempre estamos criticando o de que somos despectivos con la opinión de otros. Tremendo.
El comentario de Mercedes ha sido motivado por el artículo del panfleto «El País» titulado «Cómo Halloween derrotó a Todos los Santos» (http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/28/actualidad/1446058791_841427.html), y es este:
«La cosa es cerrar los ojos al sufrimiento, la muerte, la vejez y la enfermedad y sigamos viviendo como eternos peterpanes consumistas sin pararnos a pensar en lo verdaderamente importante y lo trascendente. La vida es breve y tu decides si tu prioridad son las personas o las cosas. Mejor ir de disfraces q recordar a los que se fueron, no vayamos a recapacitar en sus errores y virtudes y maduremos.» No puedo estar más de acuerdo con el trasfondo de este párrafo.
La segunda noticia se refiere al arte moderno, perfecto exponente de la simplicidad de los tiempos que corren, tal como se recoge en otro panfleto llamado «El Mundo»: «Una limpiadora tira a la basura una obra de arte vanguardista en Italia» (http://www.elmundo.es/cultura/2015/10/30/56332e1ce2704e477b8b4600.html).
Bajo esta entrada, Antonio Illán Illán se ha preguntado: ¿Todo es arte?» A lo que yo he contestado:
José Luis Yela: Como manifestación de la creación humana, todo es arte, si. Lo que mucha gente no parece distinguir es entre el arte insignificante y anecdótico de individuos concretos y el arte excelso de otros. Lo cual es un rasgo más de estos tiempos de confusión.
Otro contertulio ha añadido: «Es una cuestión de valor. La señora, profesional de su trabajo, entendió que «eso» no tenía valor y que el espacio que ocupaba estaba mejor sin «eso»; es decir que el espacio vacío tenía más valor que «eso» y procedió a liberar ese espacio. De nuevo, he replicado:
José Luis Yela: Si eso es así, esa señora es más juiciosa y profesional que el supuesto «artista». No porque la obra de éste no pueda ser catalogada de arte, como escribí más arriba, sino porque es palmariamente intrascendente y vulgar. Lo verdaderamente notable es que a composiciones como esa se les dé un valor económico diferente de cero. Eso nos retrata, a los humanos actuales.
La obra en cuestión:
***********
[Dicho sea de paso: a partir de ahora voy a usar esta entrada de presentación, para que quien desee tener algún tipo relación estrecha conmigo sepa exactamente quién soy, a qué juego y cuáles son mis aspiraciones. Así me ahorraré tantísimas idas y venidas y tantísimo berrinche como me estoy llevando de unos años a esta parte por parte de aprendices de perfecta ciudadana media, simple y cómoda, princesitas de celofán enternecedoras pero amedrentadas e incapaces de dar pasos firmes y mujeres intrascendentes, disfrazadas todas ellas, consciente o inconscientemente, de valientes que sostienen la mirada, las manos y el corazón, pero que nada más doblar la primera esquina ya se han venido abajo o se han quitado la careta. Perdonadme las tres o cuatro que os salís de la norma, que sabéis perfectamente quienes sois. Porque andáis por aquí. El resto o no ha aparecido o ha huido, naturalmente.
¡Ah! ¡Y esto no significa que menosprecie a mujeres con una formación más elemental, ni mucho menos, como se interpreta con no poca torpeza o mala idea por parte de tantas! Soy perfectamente consciente de mi situación de privilegio, derivada de mi suerte en la vida. Lo que no quiero a mi lado son personas que se nieguen a aprender, es decir, a dar pasos hacia delante con valentía.]
Qué curioso, esta mañana estaba escribiendo algo en esta línea de la superficialidad, pero aún no lo he podido terminar y no lo tengo publicado. Nunca deja de sorprenderme la cantidad de aclaraciones que son necesarias en previsión a ser malinterpretado, al tiempo que resultan verdaderamente prescindibles en el trato con alguien de mirada educada. ¡Es mejor que te vean venir! Lo malo es no verlas tú a ellas… ¡Suerte en el camino!
Yo me dejo seducir. Es lo que nos pasa a las personas necesitadas de cariño, que en cuanto nos guiñan el ojo dos veces caemos como bobos. Menos mal que algunos aprendemos a reconocerlo.
¿Con «mirada educada» te refieres a «mirada culta e inteligente»?
Culta, inteligente, madura, humilde, que no busca el contrapunto de forma hiriente ni desde la insapiencia.