Más textos para despistados

En relación con la crisis ambiental actual y el contumaz empeño de las mentes productivistas en seguir apoyando proyectos delirantes e insostenibles, allá va otro texto para todos los despistados-oportunistas-demagogos, aunque seguirán obstinadamente en sus trece.

Y es que hay cosas con las que no se juega.

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¿Transición (Ecológica)? ¿Qué transición?

(https://ultimallamadamanifiesto.wordpress.com/2018/06/30/manuel-casal-lodeiro-transicion-ecologica-que-transicion/)

(Traducción actualizada por el autor de un artículo previamente publicado en gallego por la revista Luzes)

¿Transición Ecológica o gatopardismo? Uno de los aspectos más novedosos y comentados del inesperado gobierno de Pedro Sánchez es el nuevo Ministerio para la Transición Ecológica. Más allá de este llamativo nombre, ¿qué es lo que hay?, ¿hacia dónde nos ofrecen transitar? Una transición se entiende como un proceso de paso de un lugar, de un sistema o de un estado a otro diferente. Por ejemplo, en España se denomina Transición política la que nos llevó de la dictadura a esto que tenemos desde 1975-78 y que muchos llaman “democracia”. Sin embargo, cuando nos hablan de una “transición ecológica” podemos entender más o menos de dónde partimos, pero nadie nos explica hacia dónde se supone que nos quieren dirigir.

Para dificultar aun más la comprensión de lo que se propone, se está utilizando la doble terminología de #TransiciónEnergética / #TransiciónEcológica. Entonces ¿es una transición de un sistema energético a otro? O ¿de una economía a otra… que sea “ecológica”, como parece querer dar a entender el nuevo gobierno español en sus primeras declaraciones?

Comencemos identificando algo interesante y positivo: que Medio Ambiente y Energía sean ahora áreas reunidas en un mismo ministerio y separadas de las influencias perniciosas de los de Agricultura o Industria. Así y todo, tampoco es que haya inventado con esto la pólvora el PSOE, ya que parece influido o inspirado por la creación de un ministerio análogo en Francia el pasado año por el presidente Macron —Nicolas Hulot es ministro de Transición Ecológica y Solidaria[1]—, donde incluso cuentan con un Comité (gubernamental) para la Transición. Y si el PSOE está siguiendo de alguna manera las políticas del país galo en este terreno, podremos comenzar a intuir que consideran la transición energética como una parte de la transición ecológica.

Sin embargo, si es expresamente una transición “de la Economía” (de un tipo de economía a otro distinto, se entiende), la primera duda que nos asalta es: ¿por qué no se hace esa “transición”, entonces, desde el Ministerio de Economía? O, alternativamente, ¿por qué no otorgarle rango de vicepresidencia para así poder dirigir de una manera integral esa transición en la que se relaciona (o debería relacionar) todo: energía, economía, medio ambiente, industria, trasporte, agricultura, consumo, empleo..? También nos lleva a preguntarnos: si lo que se pretende es ir hacia una economía ecológica, ¿por qué no se ha nombrado/a algún(a) economista de esta corriente para dirigirla? Porque tanto en el Ministerio para la T.E. como en el de Economía no ha habido ningún nombramiento con este tipo de perfil, y ¡no será porque falten representantes de esta corriente crítica de la economía en España! Hay algo, pues, que no encaja en el planteamiento de esta llamada “transición ecológica”, algo que chirría. El novedoso nombre da la impresión de ser, al menos, una declaración de intenciones, aunque hace falta esperar (por sus obras los conoceréis) para ver si no queda todo en puro marketing verde del nuevo gobierno.

Un gobierno, el de Sánchez, que nace con vocación transitoria, provisional. Y, siendo así, ¿cómo es que se atreven a hablar de tan ampulosos objetivos, y a poner metas a varios lustros vista, cuando se sabe históricamente que son necesarios cuarenta o cincuenta años para llevar a cabo una transición energética, y que ya llevamos veinte de retraso[2]? Las transiciones de un modelo basado en una fuente de energía principal a otro basado en otra energía diferente, es necesario acometerlas cuando todavía la anterior fuente energética está en su apogeo o creciendo su disponibilidad. Siempre fue así (de la madera al carbón, de este al petróleo…), lo cual tiene absoluta lógica, pues trasformar el sistema para que funcione con otro tipo de energía implica un descomunal consumo… sí, de energía. Pero ahora, en el caso de los combustibles fósiles, ya no podremos, pues están a punto de entrar en declive en su conjunto, y el petróleo antes que ninguno. Ante esta situación, sería —quizás— más honesto y realista haber creado un Ministerio para la gestión del Colapso Energético.

No obstante, y volviendo a la visión business-as-usual versión verde del nuevo gobierno, dentro de las primeras políticas cuantificables de la ministra Ribera se está hablando de un objetivo de 30% de renovables para lo 2030. Bien, si tenemos en cuenta el declive del resto de fuentes energéticas, más que algo digno de elogio, parece un ejercicio de pragmatismo que intenta hacer de la necesidad virtud y vender como una política avanzada lo que no es sino la asunción de un hecho inevitable. Un objetivo mucho más fácil de lo que aparenta, si el petróleo, que es un tercio de la energía primaria consumida en la Unión desaparece para entonces; porque el 15% de renovables, automáticamente al desaparecer el petróleo, y sin tener que instalar un solo panel solar o turbina eólica, se convierte por arte de magia matemática en el 22%… Y si descontamos también el gas natural (23%) y el carbón (otro 15%), que también tienen los días contados, entonces la energía renovable queda como el 50%! ¡Oh, milagro! …Claro que proporcionando para entonces, en total, un 15% de la energía que tenemos hoy, lo cual significaría, grosso modo, un 15% de las empresas, un 15% de los servicios públicos, un 15% de los empleos, un 15% de los coches…[3]

Como suelo replicar yo, también nuestros tatarabuelos vivían en un sistema 100% renovable; esto es, sin hablar del consumo/generación total de energía, dar tantos-por-ciento solo sirve para hacer gestos de cara a la galería y poco nos aclara acerca de hacia a dónde vamos en realidad. En un contexto de declive energético inevitable, no es de recibo hablar de composición del mix energético sin hablar de niveles y ritmos de reducción del consumo (mundial, nacional, por sectores, per cápita, etc.). En el fondo de esto se esconde el problema de que las llamadas energías renovables son en realidad sistemas no renovables de captación de energías renovables, y que no vienen siendo sino una extensión de las energías fósiles, y nunca un sustituto permanente ni capaz de llegar al nivel de suministro de energía neta de las fósiles (“la energía renovable no puede sostener una sociedad de consumo”, como suele sentenciar Ted Trainer). No sirve de nada aumentar la parte renovable de nuestro consumo energético, si este no para de crecer (lo comido por lo servido). Nuestros países siguen consumiendo cada año más y más petróleo y otros combustibles fósiles. Y esto, y no otra cosa, es lo que pone todo en cuestionamiento, pues es inminente que cada año tengamos menos de ellos (debido al Techo del petróleo, el del gas, el del carbón, e incluso el del uranio). Así pues, lo que habría que hacer ante una situación tal, sería reducir el consumo de no renovables, más que limitarse a aumentar el de renovables, que al final lo que hacen es seguir alimentando un poco más el mismo modelo insostenible de crecimiento a toda costa, dándole una prórroga inútil a un partido que es imposible de ganar. Y esa prórroga inservible no es, en absoluto, ninguna transición hacia otro modelo. Y tampoco un cambio de “discurso, de narrativa”, como defendían desde el equipo del presidente Sánchez, pues la narrativa sigue siendo a misma: crecer a toda costa, aunque ahora nos adornemos con adjetivos verdeslimpiossostenibles o en transición. Además, de cualquier manera, el 30% de renovables para 2030 es algo que los conocedores de la situación del declive del petróleo, como Pedro Prieto, vicepresidente de AEREN, califican de “absolutamente insuficiente”. Así que, tal vez, sí que España avanza en sus objetivos a nivel de emisiones dentro de lo que es el club de la UE, pero son avances en una carrera de hormigas cuando lo que necesitamos es dar saltos de liebre para huir del incendio civilizatorio que nos persigue.

Una auténtica transición sería la que nos llevase hasta un sistema que no precisase crecer, porque ya es inviable seguir haciéndolo mucho más tiempo (lo demuestran el modelo World3 del Limits to Growth, el modelo MEDEAS, etc.): nos llevaría inevitablemente a hablar de Decrecimiento (como alternativa política), de la Steady State Economy, de abandono del capitalismo, de planificación económica ecosocialista, de rerruralización de los países industrializados… Esto es: la verdadera, la única transición posible de la economía, para ser ecológica, tendría que ser una transición post-capitalista. Así las cosas, ¿podemos creer que esté el PSOE por la labor? …Claro que nos alegraría mucho saberlo. Y, si no es así, lo que sea que hubiere por tras de ese trending topic, de ese término de moda —empleado hasta por el Papa Francisco en la Laudatio si’ y reiterada en su reciente discurso ante representantes de la industria petrolera—, de la Transición Ecológica, no será sino un bluf, un ejercicio de gatopardismo, de barniz verde para no cambiar de modelo socioeconómico, para hurtar la verdadera transición, tal vez de la misma manera que se hurtó aquella otra Transición (la política) a la muerte del dictador Franco, aquella que iba a significar una ruptura democrática como la que se había vivido en otros países post-fascistas. Como advierte Pedro Prieto, podríamos estar ante la siguiente letanía, con la que seguir entreteniéndonos unos cuantos años más, con un término muy moldeable y asumible dentro del sistema, y que da la sensacion de que están haciendo algo cuando en realidad no hacen nada realmente significativo. Se trataría, en opinión del experto en el declive energético, de “inventar una suerte de presente continuo como engañabobos”, y lo compara con el concepto de proceso de paz en Palestina, que ha servido durante cinco décadas a sus ocupantes para justificar que se intentaba hacer algo, mientras se mantenía la misma política. Proceso y transición serían, por tanto, dos palabras trampa que servirían para mostrar dinamismo donde básicamente, solo existe continuidad.

Seguramente habrá quien argumente en defensa del gobierno de Pedro Sánchez que todo lo que sea aumentar las renovables, aunque sea insuficiente, supone un paso en la dirección correcta; pero estas cosas, cuando deben pasar por un cambio de imaginario social, por un cambio cultural, no son tan simples. Trasmitirle a la gente que la transición que precisamos consiste única o básicamente en añadir más energía al mismo tipo de sistema, cambiando únicamente unas fuentes (sucias, contaminantes) por otras (supuestamente) renovables y limpias, entorpece la comprensión profunda del verdadero alcance del cambio que necesitamos, y facilita que la ciudadanía piense que no va con ellos la cosa y que es algo que hace falta cambiar únicamente por arriba, a nivel de políticas públicas de promoción de unas infraestructuras nuevas en sustitución de otras viejas. Y es que el cambio que en realidad necesitamos no es otra que dejar de ser el cáncer en el que se ha convertido nuestra civilización, creciendo imparable y destructiva la costa de su huésped, la biosfera.

La propia Ribera en un artículo publicado antes de su nombramiento, nos proporcionaba una definición de la “transición energética/ecológica” que acotaba con bastante precisión lo que ella entiende por tal: “La evolución de la economía hacia premisas compatibles con los límites ambientales”. En otro artículo reconoce que esos límites ya se han superado y que eso deja una “herencia envenenada” a las próximas generaciones. Bien, pues esto no puede interpretarse, con la ciencia en la mano, más que como el abandono del crecimiento, pues si el ambiente tiene límites y la economía se debe englobar necesariamente dentro de la biosfera (premisa de partida de la Economía Ecológica), el crecimiento de esta debe detenerse tarde o temprano y llegar a un estado estacionario o, incluso, decrecer hasta un nivel soportable por la biosfera. Y ya que el capitalismo requiere crecer constantemente, la conclusión debería resultar obvia.

Tal vez, cuando la ministra evita conscientemente el término crecimiento nos esté dando una pista de su plena consciencia de este inevitable fin del crecimiento, lo cual no debería sorprendernos pues la ciencia nos lleva advirtiendo de él cuando menos desde 1972[4]. En su toma de posesión utilizó un término no muy habitual en el discurso político actual: “prosperidad”, y restrigiéndola a “los límites del planeta”. En su perfil de Twitter tampoco se encuentra la habitual loa a otros modelos de crecimiento sino que habla de “un modelo de desarrollo más justo, próspero y respetuoso con los límites ambientales” (la cursiva es mía), aunque eso del desarrollo sea prácticamente un sinónimo eufemístico de crecimiento en la jerga política convencional. En cualquiera caso, por ahora no encontramos aún nada que haga pensar en otra cosa diferente a la pizza capitalista de siempre, con doble de renovables, por favor. Y, de hecho, si su referencia es el actual gobierno francés, será que cree, como allí, en la posibilidad del “crecimiento verde”. Mas esta fe en milagros tecnológicos o del mercado es sumamente peligrosa, y ha sido denunciada cómo tal no solo por numerosos científicos y activistas, sino también por el ecologista Papa actual, en el dicho discurso.

En el citado artículo también nos daba otra pista de que el cambio (profundo) de modelo no pasa por su mente: “el impulso de un modelo industrial ganador y con futuro, compatible con las premisas de la economía circular y capaz de aprovechar la ventajas de la revolución digital sin descuidar un adecuado seguimiento de los riesgos que esta pueda presentar.” ¿Revolución Digital? ¿Modelo industrial con futuro? Sin duda sabrá la Sra. Ministra que la industria, tal y como se conoce hoy, es fruto de otra Revolución, la Industrial, que solo fue posible a partir de la explotación masiva de los combustibles fósiles, una fuente de energía que está entrando en declive. Por lo tanto, un futuro tan siquiera para la industria como sector económico, está en entredicho (no sería factible, como defiende ella, “sentar las bases de un modelo económico e industrial viable”). Por otra parte, todas las tecnologías digitales son absolutamente dependientes de un modelo industrial mundializado y altamente especializado, y en consecuencia, también tienen una continuidad muy frágil. Y nada en este modelo (industrial y digital) es “circular”; las tasas de reciclado son ridículas, y la generación de contaminación que no se re-circula, inmensa. Si quiere economía circular, que mire hacia los ecosistemas; sí, precisamente esos que se destruyen aceleradamente para abrir paso a la megamáquina de la civilización industrial y de su enésima sub-revolución tecnológica. Si busca economía circular, que hable con Agricultura y que apuesten conjuntamente por la agroecología de circuito corto, donde sí que es factible una alta tasa de re-circulación y una mínima (incluso nula) emisión no reciclable. Sin embargo, en estos aparatos gubernamentales tan compartimentalizados y carentes de una visión holística de los integrados sistemas socio-económico-ecológicos que deben gobernar, resulta que Agricultura está en un ministerio aparte… para lo bueno (aislamiento de la influencia de los lobbies de la agroindustria), pero también para lo malo (falta de políticas integradas, trasversales y coherentes). Desde este ministerio de la T.E. seguirán soñando con industrias ganadoras y digitales, y sobre todo muy modernas —¡¿quién dijo que lo moderno fuera sinónimo de sostenible o tan siquiera de beneficioso?! —, y con mucha I+D+i[5]… y no con la vuelta del sector primario al primero plano de nuestras economías, en clave ecológica, ni con el empleo más verde que hay (el de la agricultura), ni con las centenarias semillas que atesoran las familias campesinas sin recibir un céntimo de la PAC por hacerlo, ni con el aprovechamiento del abono animal en las pequeñas explotaciones integradas de agro-silvo-ganadería para la autosuficiencia alimentaria de nuestras pueblos, ni con el mantenimiento de las carpinterías de ribera como soporte de nuestra flota pesquera más sostenible, la artesana de bajura…

En el terreno de la lucha contra el caos climático[6], nos apuntaba también la nueva ministra que el “sistema energético debe ser libre de emisiones de gases de efecto invernadero en 2050”. Cuando existen varios informes y modelos científicos que apuntan a que para entonces habremos agotado los combustibles fósiles (con el paralelo desmoronamiento de la civilización industrial a escala planetaria), resulta obvio que el sistema estará libre de esas emisiones, pero no por el esfuerzo realizado en dirección a ninguna Transición Ecológica ni energética. No hará falta: simplemente ya no habrá fábricas ni coches ni camiones ni tractores ni excavadoras emitiendo esos gases, porque no tendrán ya qué quemar… y habremos vuelto, a la fuerza, a vivir de la energía captable del sol cada año, una energía mucho menor y menos versátil. Y este panorama puede ser —si no se actúa ya, en una auténtica economía de guerra[7] o estado de emergencia planetario[8], para abandonar el capitalismo-industrialismo— algo muy alejado de la utopía ecologista: guerras por las últimas migajas de los recursos, migraciones que multiplicarían varias veces la escala de las actuales, quiebra de los Estados del Bienestar, autoritarismo, violencia a todos los niveles intra e internacionales, etc.[8]

Hay indicios que no nos hacen ser muy optimistas teniendo esta figura al frente de una responsabilidad de tal envergadura en un terreno donde ya ha demostrado el perfil de sus actuaciones y conviciones. Como secretaria de Estado de Cambio Climático durante el mandato de Rodríguez Zapatero (2008-2011) propició la implantación de políticas lesivas para el medioambiente o erradas para la lucha contra el cambio climático, como fueron: favorecer la burbuja del biodiésel, así como los mercados y la vía de la supuesta captura de carbono; aprobar el estudio de impacto de ese carísimo fiasco que fue el depósito artificial de gas Castor; impulsar proyectos de grandes empresas esquilmadoras de recursos (como el agua) en países en vías de desarrollo; facilitar el maquillaje verde de empresas altamente generadoras de gases de efecto invernadero; etc.

Sin embargo, poco o nada podemos decir de la subsecretaria nominada para liderar con ella la Transición Ecológica, Juana María Lázaro Ruiz, más allá de que tiene un perfil sorprendente para esta misión: ¡inspectora de Hacienda! En cualquier caso, por muy buena voluntad que quisiera poner este equipo al frente del nuevo ministerio, la inercia de estos monstruos político-administrativos es enorme, y haría falta mucha mano firme y mucha decisión para vencerlas. ¿Tendrá el equipo Ribera-Lázaro, con el apoyo moral de la presidente del PSOE, Cristina Narbona, esa decisión y esos objetivos? Porque el apoyo del presidente Sánchez declaran tenerlo, gracias a su convencimiento, por lo visto, “de que nos encontramos ante un momento crítico, en que el modelo de desarrollo que tanta prosperidad ha traído desde la Segunda Revolución Industrial, requiere una actualización que garantice el progreso futuro”. Atención a la palabra: “actualización”; nada de sustitución, o reducción.

Lamentablemente, de las declaraciones y acciones hasta el momento de la Sra. Ministra y del Sr. Presidente no se puede sacar la conclusión de que conozcan las sencillas matemáticas del declive civilizatorio. Antes bien, aparentan confiar plenamente en que es viable “transitar” hacia un sistema energético de igual o mayor potencia que el actual… eso, sí, más “limpio”. ¿Acaso se trata de eso, de limpieza, de simplemente lavarle la cara y “actualizar” un sistema que en realidad ya no puede seguir funcionando?

La Transición Ecológica de verdad ya lleva tiempo en marcha, aunque no la están liderando desde ningún departamento de ningún gobierno, ni desde ningún partido o think-tank político. Están liderándola millares de personas y organizaciones por fuera del Estado y sin apenas ninguna ayuda de él (más bien a pesar de los obstáculos puestos por del Estado): el movimiento agroecológico, por la soberanía alimentaria y energética, por los circuitos cortos de producción y consumo, por la recuperación del saber tradicional, el movimiento neorrural y de las ecoaldeas, el movimiento decrecentista, las ciudades lentas, las ciudades pospetróleo, las Transition Towns, las cooperativas de energía renovable, las cooperativas integrales, la Vía de la Simplicidad, y un etc. que no deja de crecer poquito a poco, y fuera de los focos mediáticos. Lo primero que habría que hacer desde las instituciones, con humildad, es reconocer y apoyar esas iniciativas sociales, y aprender del camino que marcan, de sus defectos y potencialidades.

La idea de esta otra T.E. diseñada desde arriba —y con muchas incoherencias como he intentado exponer en este texto— nace del comité impulsado por Narbona desde el PSOE[9], un comité que no cuenta con ninguna figura científica destacable de las que llevan años estudiando el declive energético y la transición civilizatoria en España. Y así, estos científicos que sí que llevan décadas analizando el rumbo de naufragio metabólico que lleva el Titanic capitalista, tienen que recurrir a enviarle cartas abiertas desde sus blogs al presidente del gobierno, como hizo recientamente el físico Antonio Turiel, una de las figuras más notables en el estudio de esta cuestión, o como habían hecho hace tiempo desde el grupo de investigadores de la Universidad de Valladolid, puntero a nivel internacional en la modelización del metabolismo de nuestras sociedades. “La clase política española necesita urgentemente unas lecciones aceleradas de dinámica de sistemas para poder navegar la delicada situación en la que nos encontramos”, afirma una de las científicas de este grupo, Marga Mediavilla. Si los partidos y los gobiernos se rodean de asesores que representan los intereses empresariales, estos difícilmente les van a decir la verdad sobre el declive energético. Porque no es a los propios engranajes capitalistas (y tampoco a Marx, en realidad), sino a la ciencia a quien hace falta acudir para entender por qué la transición que necesitamos es la que nos lleve a abandonar con urgencia un sistema, el Capitalismo, que constituye un cáncer en fase de metástasis planetaria.

Notas

[1] Nótese que el ministro francés tiene una reconocida trayectoria en el movimiento ecologista, al contrario que la ministra española. El web del ministerio es: https://www.ecologique-solidaire.gouv.fr/ Nótese también que la responsabilidad de trasportes, uno de los sectores más dependientes del petróleo, está en Francia dentro de esta cartera.

[2] El Informe Hirsch (Peaking of World Oil Production: Impacts, Mitigation, and Risk Management) al gobierno Bush advertía en 2007 de que era preciso comenzar las trasformaciones profundas para abandonar el petróleo 20 años antes de que este llegase a su techo de extracción mundial, si se querían evitar las peores consecuencias del futuro desabastecimiento. Ese techo ya se produjo en 2006 para el petróleo crudo (dato de la Agencia Internacional de la Energía), y de todos los líquidos asimilables al petróleo se está produciendo en el momento actual, según apuntan los expertos independientes. Es decir, deberíamos haber comenzado la transición energética en 1986, o como muy tarde al final del siglo XX.

[3] Ese concepto de quedarnos con el 15% de lo que tenemos ahora lo exploré hace tiempo enhttp://casdeiro.info/textos/2013/11/22/15-15-en-quince-anos-solo-nos-quedara-el-15-del-petroleo/

[4] Fecha de publicación del famoso informe Limits to Growth realizado desde el MIT aplicando la incipiente informática a la Dinámica de Sistemas.

[5] “Queremos apostar por la investigación y el desarrollo en los campos más novedosos de nuestro sistema productivo” (op.cit.).

[6] Siguiendo al científico y divulgador Carlos de Castro, prefiero no llamarlo cambio pues ese término suele trasmitir la idea de que estamos simplemente ante un cambio a un nuevo estado estable de más calor (calentamiento global), cuando no es en absoluto así, y el clima tardará siglos o milenios en alcanzar un nuevo equilibrio tras la nefasta interferencia antropogénica, y hasta entonces lo que nos espera es un clima caótico repleto de fenómenos meteorológicos límites e imprevistos.

[6] Los científicos del proyecto MEDEAS en http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/latituds/latituds-modelando-la-transicion-energetica/video/5717945/

[7] Ferran Puig Vilar en https://www.15-15-15.org/webzine/2015/12/02/paris-2015-el-unico-margen-el-estado-de-emergencia-mundial/

[8] He descrito estos posibles escenarios, así como las alternativas posibles, en varios textos: especialmente enNosotros, los detritívoros y La izquierda ante el colapso de la civilización industrial. Un escenario similar es descrito por el ex-ministro francés Yves Cochet, que habla del “fin de un mundo”, “epidemias, hambruna y guerras”. Antonio Turiel a su vez advierte de una probable intervención militar española en Argelia si no se abandona el gas natural.

[9Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía, presidido por la propia Ribera.

Acerca de Anarchanthropus crapuloideus

Calvo, feo, gordo y tontorrón. Este es mi perfil de acuerdo con quien más valor tiene para mí, mi adorado -y guasón- hijo Mateo. Podría añadir que soy una especie de anarcántropo crapuloideo. Pero buena gente, ¿eh?. Así que después de la presentación inicial, el resto así como más en serio: Lo mío son las cosas bien hechas, con gusto y paciencia. Me gusta el silencio, la calma. Me gusta cultivar la tierra, hacer la comida a la brasa, hacer pan, conservar las costumbres ancestrales. Me gustan las miradas firmes de las personas sin dobleces. Me gusta la esencia. Y la forma también, sí; pero sobre la esencia. Me gusta la soledad, compartida o no. Me aburren y me irritan la mediocridad rampante y la falsedad, la corrupción, la incapacidad y la indolencia que dominan nuestro día a día. Me enojan los “esclavos felices”. Soy raro, dicen. No encajo bien en los moldes convencionales. En muchas situaciones estoy a la contra. Si la inteligencia es la propiedad de adaptarse bien a cualquier circunstancia, no soy particularmente inteligente. Soy un intelectual inquieto, apasionado del mundo natural. Me fascina la vida. Y el color, los paisajes (¡el Alto Tajo!), el agua limpia, los animales silvestres (en especial los insectos, y sobre todo las mariposas), la montaña, el mar, las flores… Me hice biólogo, aunque padecí mucho durante la licenciatura; mi interés por el mundo natural me ha llevado a ser profesor universitario de Zoología y Conservación Biológica (también me entusiasma la docencia) y a fundar un grupo de investigación. Si no hubiera sido biólogo hubiera sido músico; me cautiva la música. U hortelano. O pintor. O... soñador de vencejos y hadas. No tengo estilos musicales preferidos, sino músicos preferidos: siempre se ha hecho buena música, y yo creo que ahora también (en contra de lo que opinan algunos críticos). Una relación de la música que más escucho se encuentra en http://www.last.fm/user/Troitio. Me entusiasman también la pintura y la literatura, tanto para disfrutar las creaciones ajenas como para crearlas yo mismo. Algunas frases ajenas que me han acompañado a lo largo de la vida: “Piensas demasiado para ser feliz” (dicha por la madre de la niña que más me gustó en mi adolescencia y primera juventud; yo no he estado de acuerdo en lo de que pensar “demasiado” te impida ser feliz, y de hecho me considero un privilegiado respecto a la felicidad). “Deja ya las mariposas, que no te van a dar de comer” (dicha por mi abuela paterna, que no entendía bien mi afición precoz, y que a la postre también se ha demostrado que era errónea, porque desde luego que me han dado de comer, a pesar de dedicarme a ellas y de hacerlo a contracorriente de las modas productivistas dominantes). "¿Cómo una persona que es en sí por completo un método, puede comprender mi anarquía natural?" (Richard Wagner). "Sólo aquel que lleva un caos dentro de sí puede alumbrar una estrella danzarina" (Friedrich W. Nietzsche). "Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte." (José Saramago). "El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda." (Concepción Arenal). "Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos". (Charles Bukowski. ¿O ésta es de Homer Simpson?).
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