“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”. Gabriel García Márquez, «Vivir para contarla».
Corolario: la interpretación de la Historia dice mucho acerca de quiénes somos. Como escribe Irene Vallejo en “El pasado en construcción. Disculpen las molestias” (El País, 10 de marzo de 2024), “ciertos discursos políticos anhelan recuperar grandezas perdidas, seleccionando ciertas etapas de la historia nacional para encarnar las esencias, como si otras épocas fueran solo impureza y simulacro.”
“Cuando los intereses del presente se apoderan de la mirada, la historia de los países deriva ya no en crónica de acontecimientos sucedidos, sino en antología legendaria de aquello que sus miembros quieren o pueden recordar. Con un hábil manejo del pasado podemos manipular y ser manipulados. En la antigua Roma, el inquietante Augusto fue pionero de esta propaganda. Siempre se presentó como paladín de las costumbres de los ancestros —mores maiorum—, símbolo del orgullo de ser ciudadano romano y heredero de la grandeza patria, frente a las costumbres extranjeras, que hacían peligrar la integridad moral autóctona. Astutamente, tras el parapeto tranquilizador de esas tradiciones, transformó la República en algo diferente y nuevo: un régimen más autoritario, dominado por la figura providencial del emperador. El historiador Suetonio cuenta que Augusto, ya muy enfermo, mandó llamar a sus amigos. Cuando rodearon la cama donde agonizaba, les preguntó: “¿Os parece que he representado bien esta farsa de la vida?”. Y cuando presintió la muerte, exclamó, bromeando con gran seriedad: “Aplaudid. La función ha terminado”.”
“Las naciones son creaciones modernas, pero presumen de raíces remotas. Nos encanta creer que alguna vez fuimos genuinos. Hay quien afirma que el término proviene del latín genu, “rodilla”, porque los paterfamilias romanos admitían a los recién nacidos como hijos legítimos cuando se los colocaban sobre las rodillas. Lo que ahora es un juego inocente con el bebé dando pequeños brincos —al paso, al trote, al galope—, antes era cuestión de vida o muerte. Desde la Antigüedad, por convención, el órgano que reconoce el rango ajeno es la rodilla, con sus reverencias y genuflexiones.
“Todas las sociedades tienden a ver tradiciones ancestrales donde en realidad hay grandes dosis de leyenda, influencias cruzadas y mestizaje. El antropólogo Richard Dorson acuñó la expresión fakelore, “folclore de pega”, para referirse a la mitología y los espectáculos acerca de héroes del Oeste que solo existieron en novelas. El western clásico edificó un imaginario de aguerridos vaqueros, siempre blancos, ocultando que un tercio de los cowboys fueron mexicanos y un cuarto negros; cuidar el ganado era un trabajo duro, propio de pobres y antiguos esclavos.”
“Lo que consideramos auténtico es, casi siempre, producto de una nostalgia o de un malentendido. Nada hay que en su origen no fuera una novedad ante la que refunfuñaron los vigías de la tradición.”
…”como explica la filóloga Mamen Horno en Un cerebro lleno de palabras, la terminología drástica —como “nunca, siempre, todos, nadie, jamás, odiar”— es peligrosa para la salud. El lenguaje absoluto tiende a provocar ansiedad y depresión. En cambio, resulta sanadora la habilidad de matizar una opinión tajante o rebatir racionalmente ideas simplistas —”nos roban, nos odian, nos invaden”—. Las investigaciones prueban los beneficios de dejar resquicios a la duda y ser capaz de cimbrear. Eso ya lo sabían los antiguos maestros. Lao Tse escribió: “Los hombres nacen suaves y blandos; muertos son rígidos y duros. Quien sea inflexible es discípulo de la muerte. Quien sea suave y adaptable es discípulo de la vida”. Hay que evitar a toda costa formular opiniones radicales e imperiosas.”
“Lo genuino no es agachar las rodillas para reverenciar y añorar imperios extintos o conceptos inamovibles, sino usarlas para caminar y avanzar. Como articulaciones, simbolizan nuestra flexibilidad y ligereza andariega. El estudio de la historia nos demuestra que gran parte de lo que hemos construido se apoya en ideas, que son aire, vaho, niebla y pálpito.”