Conversación semificticia entre una doctoranda y yo, esta mañana.
- No sirvo para investigar.
- ¿Cómo? ¿Por qué dices eso?
- Me lo han dicho mis tutoras.
- ¿Y ellas sí sirven?
- Claro. Ellas publican papers.
- A ver. Primero: a mi no me vuelvas a hablar de papers. En castellano se dice artículos o trabajos. Ya está bien de pijadas. Segundo: Investigar no es solo publicar, afortunadamente. Tercero: Publicar es la conclusión lógica de un trabajo de investigación previamente bien pensado y diseñado, tras el contraste correspondiente de la o las hipótesis, que en nuestro caso suele conllevar trabajo de campo y de laboratorio. Aprender la rutina es un proceso lento, en el que el responsable máximo del aprendizaje del doctorando es el director. Cuarto: desengáñate: ellas no son investigadoras en sentido estricto. Es decir, no son científicas de vocación, sino de profesión. Hay una diferencia radical, insalvable, entre una categoría y la otra. El científico de vocación amasa la idea y se la trabaja durante años, si es preciso, hasta que está madura, y aunque está deseoso de aprender de lo que puedan enseñarle los más experimentados, desarrolla su trabajo con independencia de criterio. Sin independencia de criterio no existe trabajo científico de relieve alguno. El científico de profesión, por el contrario, no duda en someterse al criterio de los inmediatamente superiores en jerarquía; quiere eso decir que asume la jerarquización de criterios, no aquella que surge como necesidad organizativa. Hace lo que le mandan. Y firma artículos en serie, no solo aquellos que pueden llegar como consecuencia de su trabajo personal, sino todos los que produce (que no crea) el grupo en el que se acomoda. Para él, o ella, el fin es la publicación. Es decir, la moneda de cambio, aquella por la que se valora su esfuerzo. Da igual si esa moneda es parcialmente espuria; lo importante es publicar. El científico de profesión es un proxeneta del espíritu científico. Y no duda en tratar a quienes considera sus inferiores, es decir, a quienes empiezan, con el mismo desprecio con que es tratado por quienes considera sus superiores. Cierto que las dos categorías no son estancas, y hay variación y solapamiento entre ambas, a pesar de que las concepciones de fondo sean incompatibles. Y que además entre los dóciles y acomodados hay personas que tienden a ser buenas y otras que no dudan en ser canallas. Pero, ¿sabes el caso que debes hacerle a un científico de profesión cuando minusvalore tus esfuerzos?
- Cual.
- Cero. Patatero. ¡Échale narices! Sigue tu vocación, por encima de todo. Si un árbol al que te has arrimado no te da sombra, aléjate de él. En el bosque hay muchos árboles.