Ciencia y carencia

Algo que me interesa mucho resaltar, sobre todo de cara a algunos de mis colegas doctos del ámbito más espiritual, si vale el término, pero posiblemente ofuscados con el significado último de la ciencia positiva (quizá por la polisemia del término ciencia; https://joseluisyela.wordpress.com/2014/01/08/ciencia-2/), es que la corriente desmitificadora actual no es necesariamente un epifenómeno del propósito científico, cuyo objetivo es dar cuenta racional de la realidad comprobable, sino de la mediocridad creciente, relacionada más bien con otras cuestiones de índole social, entre las que podríamos incluir las deficiencias manifiestas en los programas educativos, que ignoran cada vez más todo aquello que no conduce a formar a las personas sino en la adquisición de habilidades técnicas. Todos los grandes científicos (p. e. Wilson, Gould, Arsuaga) han construido sus argumentos científicos en concordancia con la esencia mitológica, simbólica, inherente a la condición humana. Privar al humano de su condición esencial es convertirlo en… eso que vemos. Un simple trozo de carne con ojos. En tertuliano, podríamos decir, por ser elegante. O científico de carnet, pero no de forma de vida.

“La ciencia no sólo es compatible con la espiritualidad; es una profunda fuente de espiritualidad. Cuando reconocemos nuestro lugar en una inmensidad de años luz y en el paso de los siglos, cuando captamos la complejidad, la belleza y sutileza de la vida, ese sentimiento inmenso, esa sensación de alegría y humildad combinadas, es sin duda espiritual. Así son también nuestras emociones en presencia de grandes obras de arte, de música o literatura, o los actos de valentía ejemplar desinteresada como la de Mohandas Gandhi o Martin Luther King. La idea de que la ciencia y la espiritualidad son excluyentes entre sí hace un flaco favor a las dos.”  Carl Sagan, «El mundo y sus demonios.»
“El método científico es un camino de acceso a la intelección de la realidad. Consiste en dar razón sistemática, empírica y en lo posible experimental, de los fenómenos. Se basa en tres nociones capitales que alumbró el pensamiento griego: la physis, el sózein tà phainómena y el lógon didónai. Primero, la noción de physis o naturaleza: lo que es y hace cada cosa depende de su intrínseca naturaleza, no de ritos, conjuros o magias. Segundo, la naturaleza se muestra en sus fenómenos, es decir, en lo que de hecho podemos observar, y toda la ciencia ha de servir al propósito de salvar los fenómenos y atenerse a ellos (sózein tà phainómena). Tercero, el modo de salvarlos es dar razón de ellos, es decir, dar de ellos explicaciones racionales (lógon didónai). El pensamiento occidental ulterior agregó, sobre todo a partir del Renacimiento y el Barroco, otras dos nociones igualmente capitales: la comprobación sistemática y la hipótesis. En primer lugar, la comprobación sistemática: el fenómeno admisible en la ciencia no es simplemente, aunque se base en ello, lo observable, sino lo que se presta a ser observado sistemáticamente. El carácter sistemático de la observación se logra mediante la aplicación de técnicas concretas y explícitas que facilitan la recogida de datos en situaciones previstas, ordenadas, seleccionadas, accesibles a distintos observadores, repetibles y que permiten la mayor precisión posible y, en el límite, la precisión matemática. En segundo lugar, la hipótesis. Formular hipótesis consiste en emanciparse de la tiranía de los fenómenos, en no descansar en su mera apariencia y en inventar explicaciones de ellos, no, claro está, para negarlos o preterirlos, sino precisamente para volver a ellos y dar de ellos cuenta y razón. El excesivo apego a los fenómenos llevó al pensamiento griego a concebir que la naturaleza de las cosas estaba compuesta de elementos análogos a los fenómenos mismos, como el agua, el fuego, la tierra y el aire. Fue la explicación predominantemente aceptada hasta el nacimiento de la ciencia moderna. Hubo, sin duda, en la episteme griega ensayos incipientes de hipótesis expresadas en términos no fenoménicos. Ejemplos eminentes de ello son la teoría atómica de Leucipo y Demócrito o el intento de dar razón de los fenómenos observables mediante conceptos y relaciones matemáticas, como en las escuelas pitagóricas o en el Timeo de Platón. Pero el empleo sistemático de la hipótesis, en tanto que -según palabras de Zubiri- “esbozos libres” de explicación, solo se establece como norma fundamental de la investigación científica a partir de Copérnico y Galileo. Desde entonces, la tarea del científico, como ha reiterado Einstein, es doble. Por una parte es poética, quiero decir, inventiva, creadora –en griego poíesis significaba acción, creación. El científico es, ante todo, un inventor de hipótesis. Por otra parte, su tarea es pragmática, es decir, de acatamiento fiel de las cosas y de lo que las cosas hacen -pragmata-. El científico es, literalmente, un poeta humilde, un inventor que somete sus invenciones a comprobación rigurosa. Sin invención, sin poesía, no hay ciencia; sin comprobación, tampoco. La comprobación más rigurosa de hipótesis anodinas es estéril. Las hipótesis más ingeniosas que no se comprueban son inútiles. El desarrollo de la ciencia y del método científico que a ella conduce ha consistido en la articulación coherente entre la invención y la comprobación. Las diversas maneras heurísticas, lógicas, matemáticas e instrumentales que adopta esta articulación se concretan en las múltiples técnicas específicas del método científico.» Mariano Yela, El problema del método científico en psicología. Anuario de Psicología 1994, nº 60, 3-12.

Acerca de Anarchanthropus crapuloideus

Calvo, feo, gordo y tontorrón. Este es mi perfil de acuerdo con quien más valor tiene para mí, mi adorado -y guasón- hijo Mateo. Podría añadir que soy una especie de anarcántropo crapuloideo. Pero buena gente, ¿eh?. Así que después de la presentación inicial, el resto así como más en serio: Lo mío son las cosas bien hechas, con gusto y paciencia. Me gusta el silencio, la calma. Me gusta cultivar la tierra, hacer la comida a la brasa, hacer pan, conservar las costumbres ancestrales. Me gustan las miradas firmes de las personas sin dobleces. Me gusta la esencia. Y la forma también, sí; pero sobre la esencia. Me gusta la soledad, compartida o no. Me aburren y me irritan la mediocridad rampante y la falsedad, la corrupción, la incapacidad y la indolencia que dominan nuestro día a día. Me enojan los “esclavos felices”. Soy raro, dicen. No encajo bien en los moldes convencionales. En muchas situaciones estoy a la contra. Si la inteligencia es la propiedad de adaptarse bien a cualquier circunstancia, no soy particularmente inteligente. Soy un intelectual inquieto, apasionado del mundo natural. Me fascina la vida. Y el color, los paisajes (¡el Alto Tajo!), el agua limpia, los animales silvestres (en especial los insectos, y sobre todo las mariposas), la montaña, el mar, las flores… Me hice biólogo, aunque padecí mucho durante la licenciatura; mi interés por el mundo natural me ha llevado a ser profesor universitario de Zoología y Conservación Biológica (también me entusiasma la docencia) y a fundar un grupo de investigación. Si no hubiera sido biólogo hubiera sido músico; me cautiva la música. U hortelano. O pintor. O... soñador de vencejos y hadas. No tengo estilos musicales preferidos, sino músicos preferidos: siempre se ha hecho buena música, y yo creo que ahora también (en contra de lo que opinan algunos críticos). Una relación de la música que más escucho se encuentra en http://www.last.fm/user/Troitio. Me entusiasman también la pintura y la literatura, tanto para disfrutar las creaciones ajenas como para crearlas yo mismo. Algunas frases ajenas que me han acompañado a lo largo de la vida: “Piensas demasiado para ser feliz” (dicha por la madre de la niña que más me gustó en mi adolescencia y primera juventud; yo no he estado de acuerdo en lo de que pensar “demasiado” te impida ser feliz, y de hecho me considero un privilegiado respecto a la felicidad). “Deja ya las mariposas, que no te van a dar de comer” (dicha por mi abuela paterna, que no entendía bien mi afición precoz, y que a la postre también se ha demostrado que era errónea, porque desde luego que me han dado de comer, a pesar de dedicarme a ellas y de hacerlo a contracorriente de las modas productivistas dominantes). "¿Cómo una persona que es en sí por completo un método, puede comprender mi anarquía natural?" (Richard Wagner). "Sólo aquel que lleva un caos dentro de sí puede alumbrar una estrella danzarina" (Friedrich W. Nietzsche). "Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte." (José Saramago). "El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda." (Concepción Arenal). "Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos". (Charles Bukowski. ¿O ésta es de Homer Simpson?).
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2 respuestas a Ciencia y carencia

  1. Anita Blanco dijo:

    Estoy totalmente de acuerdo! Gracias.

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