¡Vivan las cadenas!

En 1814, cuando el indecente Fernando VII volvió del destierro, el populacho ignorante y servil siguió las órdenes de los absolutistas de la Restauración y sustituyó las cadenas de la carroza real por personas. Se esfumaba así el sueño de la Pepa. Fue aquella la ocasión en que se acuñaron los deleznables lemas de «¡Vivan las cadenas!» y «¡Muera la libertad!»

La historia parece estarse repitiendo incesantemente; aprendemos con una lentitud exasperante, y reincidimos en los errores. Hoy día han cambiado las formas y se actúa con mayor disimulo, es cierto; al abducido le molesta mucho que le recuerdes que lo está, y usa innumerables tretas de corte legalista, alineadas con la lógica del sistema que le mantiene en una urna de cristal, para intentar demostrar que él piensa y actúa de forma independiente. “Nada es tan desalentador como un esclavo satisfecho”, puso de relieve Ricardo Flores Magón; “el sistema ha conseguido instaurar la moral del esclavo feliz”, advirtió a su vez Julio Anguita, quien añadió que “el carcelero ha conseguido que el esclavo esté calentito en la prisión; que, aunque la puerta esté abierta, el prisionero no se escape ni pretenda hacerlo; es ésta la dominación perfecta”. Y es que, a pesar de las diferencias aparentes y genuinas entre el siglo XIX y la actualidad, seguimos gritando que vivan las cadenas. ¿Para qué aspirar a vivir en libertad, si en libertad hay que buscarse el camino a cada instante, mientras que si te sometes se te ofrecen unas pautas ya pensadas, y se te ofrece a cambio de la sumisión la sensación de ser alguien correcto y respetable? Es más, el espíritu de la hormiga, el del individuo sin identidad, es un modelo social cuya popularidad está en auge. Resulta aleccionador que tantos opinantes babelianos usen la expresión “eusocialidad” referida a la especie humana, como si la gran aspiración oculta que hinchiera sus corazones fuese la de trabajar sin cesar para la reina, sin preguntarse nada.

En todo caso, es muy tentador usar los términos de la sociobiología sin haber leído ni una sola página sobre ella. Y se está volviendo habitual.

Acerca de Anarchanthropus crapuloideus

Calvo, feo, gordo y tontorrón. Este es mi perfil de acuerdo con quien más valor tiene para mí, mi adorado -y guasón- hijo Mateo. Podría añadir que soy una especie de anarcántropo crapuloideo. Pero buena gente, ¿eh?. Así que después de la presentación inicial, el resto así como más en serio: Lo mío son las cosas bien hechas, con gusto y paciencia. Me gusta el silencio, la calma. Me gusta cultivar la tierra, hacer la comida a la brasa, hacer pan, conservar las costumbres ancestrales. Me gustan las miradas firmes de las personas sin dobleces. Me gusta la esencia. Y la forma también, sí; pero sobre la esencia. Me gusta la soledad, compartida o no. Me aburren y me irritan la mediocridad rampante y la falsedad, la corrupción, la incapacidad y la indolencia que dominan nuestro día a día. Me enojan los “esclavos felices”. Soy raro, dicen. No encajo bien en los moldes convencionales. En muchas situaciones estoy a la contra. Si la inteligencia es la propiedad de adaptarse bien a cualquier circunstancia, no soy particularmente inteligente. Soy un intelectual inquieto, apasionado del mundo natural. Me fascina la vida. Y el color, los paisajes (¡el Alto Tajo!), el agua limpia, los animales silvestres (en especial los insectos, y sobre todo las mariposas), la montaña, el mar, las flores… Me hice biólogo, aunque padecí mucho durante la licenciatura; mi interés por el mundo natural me ha llevado a ser profesor universitario de Zoología y Conservación Biológica (también me entusiasma la docencia) y a fundar un grupo de investigación. Si no hubiera sido biólogo hubiera sido músico; me cautiva la música. U hortelano. O pintor. O... soñador de vencejos y hadas. No tengo estilos musicales preferidos, sino músicos preferidos: siempre se ha hecho buena música, y yo creo que ahora también (en contra de lo que opinan algunos críticos). Una relación de la música que más escucho se encuentra en http://www.last.fm/user/Troitio. Me entusiasman también la pintura y la literatura, tanto para disfrutar las creaciones ajenas como para crearlas yo mismo. Algunas frases ajenas que me han acompañado a lo largo de la vida: “Piensas demasiado para ser feliz” (dicha por la madre de la niña que más me gustó en mi adolescencia y primera juventud; yo no he estado de acuerdo en lo de que pensar “demasiado” te impida ser feliz, y de hecho me considero un privilegiado respecto a la felicidad). “Deja ya las mariposas, que no te van a dar de comer” (dicha por mi abuela paterna, que no entendía bien mi afición precoz, y que a la postre también se ha demostrado que era errónea, porque desde luego que me han dado de comer, a pesar de dedicarme a ellas y de hacerlo a contracorriente de las modas productivistas dominantes). "¿Cómo una persona que es en sí por completo un método, puede comprender mi anarquía natural?" (Richard Wagner). "Sólo aquel que lleva un caos dentro de sí puede alumbrar una estrella danzarina" (Friedrich W. Nietzsche). "Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte." (José Saramago). "El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda." (Concepción Arenal). "Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos". (Charles Bukowski. ¿O ésta es de Homer Simpson?).
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