“En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira”.
Estos versos de Ramón de Campoamor, contenidos en su poema “Las dos linternas” de su obra “Doloras”, son muy bien conocidos. En realidad, reflejan con acierto la interpretación subjetiva de la vida, consustancial a las fases mágica y filosófica de la evolución del conocimiento: cada cual se crea una visión de la realidad acorde con su propia experiencia. Esto es consecuencia directa del proceso mental por antonomasia por el que, en el día a día común, asimilamos y desciframos la realidad circundante, la inducción. En otras palabras, observamos y situamos nuestras observaciones en el contexto general de nuestro conocimiento personal, adquirido por nuestra experiencia anterior, y elaboramos modelos explicativos acordes con ellas que consideramos ciertos. Lo hacemos todos constantemente, seamos conscientes o no. Estos modelos no son otra cosa que nuestras opiniones. Puesto que hay tantas experiencias como personas, hay tantas opiniones como sujetos, si bien opiniones parecidas pueden agruparse en tendencias o escuelas de pensamiento concretas.
En este punto, sin embargo, puede entrar en escena un actor más exigente, la ciencia -en su acepción de pensamiento científico-, que propone una aproximación más reflexiva, elaborada y rigurosa que evite la componente caprichosa, subjetiva, de que adolece toda interpretación personal. La célebre frase de Campoamor podría tomar esta otra forma, desde la perspectiva científica de la vida:
“En este mundo traidor
se puede acotar la mentira;
todo es filtrar el color
del cristal con que se mira”.
La ciencia trata de suprimir el color del cristal. ¡Caramba, qué triste! ¿No?
Puede parecerlo, sí, y de hecho así lo asumen muchas personas poco instruidas o ajenas a la esfera de lo científico, que no aprecian que las interpretaciones inductivas pueden ser también, y de hecho son muchas veces, eminentemente grises. Pero suprimir el color durante el proceso analítico e interpretativo no tiene por qué ser triste ni mucho menos, especialmente si la aproximación científica, y su resolución subsiguiente, se producen en el marco de una visión de la realidad amplia, culta y cabal, por personas con una formación adecuada. Es más: un cristal incoloro permite de hecho que se puedan apreciar todos los matices de color de la realidad, mientras que un cristal de color sesga la visión subsiguiente hacia un determinado sector del espectro. «Quitar el color» no es otra cosa, en definitiva, que proceder a medir y comparar aspectos de la realidad, lo que hacemos todos con herramientas comunes: aparatos concretos que, mediante experimentos u observaciones metódicas, nos permiten cuantificar efectos de una forma sistemática y equivalente para todos, y técnicas de comparación numérica, la estadística.
El procesamiento científico de la información obtenida mediante la observación, la medición y el análisis no se limita a interpretarla de acuerdo con el modelo conceptual descrito arriba. No es meramente inductivo, pues, sino que considera la explicación basada en la experiencia personal (u opinión) como un supuesto (hipótesis) que hay que validar mediante comparación (análisis). Este proceso de contraste de hipótesis es deductivo, y permite ir construyendo un cuerpo de conocimientos contrastados cuya raíz ya no es meramente personal, sino transpersonal o colectiva, y que ya no es completamente subjetivo, sino que está algo más cercano a la objetividad (porque otros sujetos, enfrentados a la misma pregunta y usando el mismo método, deben llegar a la misma respuesta, la cual es totalmente independiente de los propios sujetos). Toda proposición hipotética basada en observaciones personales que no resiste el proceso de análisis se considera falsa o no demostrada, y se rechaza en tanto que explicación plausible. Bajo el prisma de la ciencia, o deductivo, solo se admiten como explicaciones plausibles las proposiciones que superan el proceso de análisis. Lo cual presenta al menos cinco ventajas clave sobre otras interpretaciones de la realidad ceñidas al ámbito inductivo:
1. Robustez. Superar el proceso de escrutinio comparativo, que elimina la posibilidad de las explicaciones de conveniencia o ad hoc, proporciona un grado mayor de fiabilidad o verosimilitud a las proposiciones, de manera que éstas pueden generar predicciones también fiables (en tanto que se cumplen tanto más cuanto más fiable sea la proposición contrastada; 2. predecibilidad). Las teorías científicas, o conjuntos de formulaciones hipotéticas que han superado sucesivos contrastes, permiten explicar la realidad con muchísima mayor precisión que cualquier otra aproximación ideada hasta ahora por el ser humano.
3. Honestidad. Toda hipótesis que no supera la prueba analítica es rechazada, es decir, se considera falsa. La mayoría de las explicaciones inductivas propuestas como hipótesis son rechazadas mientras no se demuestre su verosimilitud (o la de alguna de sus asunciones colaterales). De ahí que los científicos tendamos a ser cautos con nuestras afirmaciones si éstas no se basan en datos contrastados y tendamos a otorgar a las creencias el rango de fiabilidad que les corresponde como planteamientos, explicaciones o procesos emocionales inductivos, no sujetos a contraste, y que muchas veces son meramente ilusorios (por más que puedan ejercer un papel importante como mecanismos de apaciguamiento personal o de cohesión grupal).
4. Perfeccionamiento. De acuerdo con el planteamiento científico, una verdad lo es en tanto que no se demuestre lo contrario. En puridad, la ciencia no aspira a reconocer verdades, que asume modestamente que son irreconocibles, sino de acotar grados de incertidumbre. Por tanto, dos de sus propiedades importantes son su dinamismo (el conocimiento científico avanza, no es inmutable como lo son los dogmas) y su transitoriedad (las teorías o paradigmas que ayudan a describir la realidad en un momento histórico concreto van remodelándose y puede que en otro momento histórico ya no sean del todo válidas, sustituyéndose por otras; un paradigma científico es el significante análogo a una tendencia de pensamiento en la esfera inductiva). Y
5. Generalidad . Puesto que todos los científicos abordamos la medición previa a la cuantifiación con las mismas herramientas de medida, las conclusiones de nuestras mediciones son aplicables a cualquier caso de la misma naturaleza. De esta manera, acotamos la subjetividad.
Así pues, la ciencia trata de eliminar el color que la interpretación personal proporciona a la lectura de la realidad. ¿Supone esto que la interpretación científica de la realidad sea necesariamente incolora o gris? De ninguna manera. Solamente lo es si la mente científica se limita a contrastar hipótesis, sin más. La discusión de los resultados tras un proceso analítico supone confrontarlos con los resultados de otras comparaciones análogas, y dota a las propuestas hipotéticas resultantes de tanto mayor colorido cuanto mayor sea la capacidad del científico de integrarlas en el universo de conocimiento epistémico -racional, intelectual y científico- y gnoseológico -filosófico y emocional- atesorado en el momento histórico correspondiente, y por lo tanto de proyectarlas sobre un trasfondo interpretativo sustancioso, vigoroso y valioso. Un cristal completamente incoloro, transparente, permite disfrutar de la realidad en toda su gama de colorido y con toda su intensidad, una vez eliminadas las distorsiones ilusorias creadas por interpretación meramente inductiva.
Fig. 1. Una representación esquemática de los procesos inductivo (PI) -habitual- y deductivo (PD) -científico- de interpretación de la realidad. O = observación; C = “cristal con que se mira” (inferencia en PI, análisis o consecuencia en PD); I = interpretación de la observación (en PI, arriba, «según el color del cristal con que se mira»; en PD, abajo, una vez «quitado el color del cristal con que se mira»); VR = visión de la realidad (en PI, arriba, interpretación de las inferencias -en forma de campos de pensamiento discretos y estáticos-; en PD, abajo, interpretación de los análisis deductivos -en forma de teorías integradas de manera continua en paradigmas cambiantes- cuando se efectúan sobre un trasfondo rico y variado de conocimientos).
(Empecé a interesarme en la epistemología y la naturaleza del método científico en Helsinki, en abril de 1992, durante el octavo congreso europeo de lepidopterología, cuando mi admirado amigo Michael Fibiger me dijo algo que he tardado años en entender: «Todos pensamos inductivamente». Para él, mi recuerdo y agradecimiento permanentes. Agradezco también a mis compañeros José Antonio Hódar Correa, Universidad de Granada, Octavio Miramontes Vidal, Universidad Autónoma de México, y Luis Navarro («Divulgare»), Universidad de Vigo, así como a Úrsula Mandesi Jiménez, Universidad de Murcia, sus comentarios críticos a mi texto original, que lo ha mejorado sustancialmente. Este texto es la base del mural que se presenta en la Semana de la Ciencia, UCLM, Toledo, 14 al 18-11-2016)
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