«Hace unos años no paraba de decirse y escucharse que los trabajadores tenían que «reciclarse». Es decir, se los comparaba con desechos, envases usados, sucios, rotos y sin valor, y así, aplicando la lógica de las basuras a los seres humanos, los seres humanos devinieron basura en el imaginario colectivo. Además de permitir que algunas empresas hicieran su agosto ofreciendo cursos de formación, se creó un nuevo campo de lo posible. Si los seres humanos ya no eran dignos trabajadores sino indigna basura, existía la posibilidad de arrebatarles sus derechos y cargarles de obligaciones. La obligación de demostrar diariamente que no son tan basura, que se han reciclado, que merecen su sueldo.
Ahí empezó una campaña mediática perfectamente orquestada entre la CEOE (con su-entonces-presidente-hoy-delincuente-confeso, Gerardo Díaz Ferrán), y el gobierno para conseguir la aceptación sumisa de «recortes» en materia laboral. Más aún, en el culmen de la nueva lógica, las escuelas infantiles pasaron a ser gestionadas por
empresas de limpiezas y basuras. Se trata de que los nuevos seres humanos asuman desde la cuna y desde la escuela
el lugar que deben ocupar. Dentro de esta lógica, la educación se entiende como formación de mano de obra barata y obsolescente. Lo dejó muy claro la vicepresidenta del gobierno Soraya Sáenz de Santamaría con su
lapsus linguae en el pasado debate televisado cuando se refirió a la «reforma laboral, perdón, reforma educativa».
Hoy una nueva metáfora y una nueva lógica todavía más terrible está sustituyendo a esta, también a través del lenguaje, aunque ahora desde la «positividad». La palabra de moda es «talento». La educación debe potenciar el «talento» de los jóvenes y en la televisión no paran de programarse talent shows. Por fin empezamos a entender de qué va todo esto. El programa electoral en materia educativa de Ciudadanos nos explica que «los cazatalentos persiguen a las personas con espíritu crítico, que creen y que se puedan desenvolver en contextos diversos, perfiles humanistas que lógicamente sepan aprender y pensar». A pesar de la nefasta y en parte incomprensible redacción (lo mínimo que debería exigirse a un programa de educación de un partido político es que estuviera bien redactado), algo queda claro: los seres humanos ya no somos basura, ahora somos animales de la selva que debemos exhibirnos y dejarnos cazar por los denominados «cazatalentos».
Nuestra máxima aspiración debe ser la de ser «perseguidos», ser «presas» de aquellos que están por encima en la cadena trófica. Debemos competir y matarnos entre nosotros, cual gladiadores romanos, para demostrar a esos «cazatalentos» que sabemos adaptarnos a lo que sea, que no tenemos escrúpulos, y sobre todo estar contentos de que esos otros decidan nuestro destino. La misión de la educación publica es la de formar –y conformar– en esa nueva lógica, educar para ser talentos perseguibles y perseguidos. De formar cazatalentos se encargará la educación privada, suponemos. O sea, el mundo postapocalíptico ya está aquí. «Los juegos del hambre» eran esto y la lógica del Capitolio, que opera en la película, ya se ha instaurado entre nuestros gobernantes y aspirantes a gobernantes. Lo que nos espera a los demás es una lucha a muerte, literalmente. La única posibilidad de supervivencia, como pasa en la película, es subvertir la lógica: cuestionar la «competitividad» (otra palabra de moda), y empezar a colaborar. Rebelarnos.»
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Hay muchas más metáforas nuevas, muchas, aunque todas se dirigen hacia el mismo objetivo. Además de las nombradas, están la lógica del liderazgo, la de la excelencia, la de la meritocracia, la de la sociedad del conocimiento (o coñocimiento, como me gusta decir, para recalcar la jodienda); y un largo etcétera de ocurrencias que se postulan desde los órganos de poder, con objeto de que los mindundis intermedios y los ciudadanos acaben por hacerlas suyas y las defiendan. En este sentido, el PSOE le gana la partida al PP de calle, porque no hay tribu más afectada ni pedante que la de los autodenominados socialistas. Todas esas ideas parecen interesantes, y lo serían de ajustarse a las esencias de los conceptos. Pero vivimos en la sociedad de las apariencias, y esto sí que no es ninguna frivolidad, y la distancia entre el dicho y el hecho es de tal calibre que la idea acaba naufragando en el ridículo.
¿Quiénes nos vamos a rebelar? ¿Los cuatro gatos de siempre?
Ole. Pocas veces he estado tan profundamente en sintonía con una idea. Me gusta también la referencia a esa dictadura de los «cazatalentos» y otros seres inferiores que se mueven en el mundo de los recursos humanos y que se situan en una posición de superioridad absoluta (que les lleva incluso a insultar y faltar al respeto) sobre gente con infinitamente mas mérito y que busca trabajo. A mi me reventaba hasta extremos insospechados la palabra «excelencia», que parece que ahora soban menos en pos del «talento». «excelencia» incluso me ofendía, ya que a los alcaldes, gente que normalmente no tiene ninguna clase de mérito mas allá de la capacidad para organizar chanchullos, se les llama «excelentísimos».