Bajo el título «Madurez», mi hermana Susana ha publicado un interesante comentario en Facebook sobre el artículo titulado «¿Son motivo de vergüenza los celulares sencillos?» (de Chris Glionna y Alejandro Morton, aparentemente publicado en The New York Times; no he encontrado el texto original), llamando a la discusión sobre si es más sensato cambiar de teléfono móvil cuando éste se pasa de moda o más bien hay que cambiar de amigos, si éstos le miran a uno mal por no cambiarlo. He contribuido al hilo poniendo mi modesto granito de arena:
«Muy interesante, aunque yo no estoy seguro que el derroche tenga nada que ver con la madurez, que es un rasgo individual. El síndrome acaparador o despilfarrador, que es como se le conoce en antropología evolutiva, está fundamentado en la necesidad ancestral de los humanos de reunir cuantos más recursos mejor, con objeto de hacer frente lo más eficazmente posible a los vaivenes ambientales, incluidas enfermedades y ataques de otros animales (humanos, entre ellos). Es, por lo tanto, un rasgo de rango social. La historia del linaje humano (género Homo, surgido aproximadamente hace unos 2,5 m.a.) ha sido la de grupos esencialmente nómadas (hasta hace solo unos 12.000 años, o sea, nada) y muy vulnerables, cuya ventaja adaptativa más evidente ha sido nuestra inteligencia, que nos ha permitido sobrevivir como estirpe gracias a nuestra habilidad para socializar (comunicarnos y defendernos mutualmente) y para acaparar bienes (especialmente alimento y ropaje). Desde este punto de vista, el comportamiento acaparador resulta ventajoso, y ha debido ser seleccionado positivamente. Es decir, los individuos (¿o grupos?) más acaparadores han sido los más favorecidos y por lo tanto los que han transmitido su dotación genética con mayor probabilidad a las generaciones siguientes. Los que más se han reproducido, vamos. La cuestión que nos afecta ahora es de qué manera podemos controlar los humanos actuales nuestra inclinación «natural» a acaparar, con la que hemos convivido tantísimo tiempo. Evidentemente, se puede hacer; pero para ello hace falta usar nuestra capacidad consciente, y someternos a unos patrones de uso de los recursos muy estrictos una vez asumida la situación real. Problemas para lograrlo hay muchos, la mayor parte de ellos de índole social; aunque también los hay de índole ideológica, personal. No se debe olvidar que la fracción de la humanidad que está al tanto de la dinámica evolutiva es muy reducida, y que la mayor parte sigue creyendo en intervenciones divinas directas».
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Acerca de Anarchanthropus crapuloideus
Calvo, feo, gordo y tontorrón. Este es mi perfil de acuerdo con quien más valor tiene para mí, mi adorado -y guasón- hijo Mateo. Podría añadir que soy una especie de anarcántropo crapuloideo. Pero buena gente, ¿eh?. Así que después de la presentación inicial, el resto así como más en serio:
Lo mío son las cosas bien hechas, con gusto y paciencia. Me gusta el silencio, la calma. Me gusta cultivar la tierra, hacer la comida a la brasa, hacer pan, conservar las costumbres ancestrales. Me gustan las miradas firmes de las personas sin dobleces. Me gusta la esencia. Y la forma también, sí; pero sobre la esencia.
Me gusta la soledad, compartida o no. Me aburren y me irritan la mediocridad rampante y la falsedad, la corrupción, la incapacidad y la indolencia que dominan nuestro día a día. Me enojan los “esclavos felices”. Soy raro, dicen. No encajo bien en los moldes convencionales. En muchas situaciones estoy a la contra. Si la inteligencia es la propiedad de adaptarse bien a cualquier circunstancia, no soy particularmente inteligente.
Soy un intelectual inquieto, apasionado del mundo natural. Me fascina la vida. Y el color, los paisajes (¡el Alto Tajo!), el agua limpia, los animales silvestres (en especial los insectos, y sobre todo las mariposas), la montaña, el mar, las flores… Me hice biólogo, aunque padecí mucho durante la licenciatura; mi interés por el mundo natural me ha llevado a ser profesor universitario de Zoología y Conservación Biológica (también me entusiasma la docencia) y a fundar un grupo de investigación. Si no hubiera sido biólogo hubiera sido músico; me cautiva la música. U hortelano. O pintor. O... soñador de vencejos y hadas.
No tengo estilos musicales preferidos, sino músicos preferidos: siempre se ha hecho buena música, y yo creo que ahora también (en contra de lo que opinan algunos críticos). Una relación de la música que más escucho se encuentra en http://www.last.fm/user/Troitio. Me entusiasman también la pintura y la literatura, tanto para disfrutar las creaciones ajenas como para crearlas yo mismo.
Algunas frases ajenas que me han acompañado a lo largo de la vida: “Piensas demasiado para ser feliz” (dicha por la madre de la niña que más me gustó en mi adolescencia y primera juventud; yo no he estado de acuerdo en lo de que pensar “demasiado” te impida ser feliz, y de hecho me considero un privilegiado respecto a la felicidad). “Deja ya las mariposas, que no te van a dar de comer” (dicha por mi abuela paterna, que no entendía bien mi afición precoz, y que a la postre también se ha demostrado que era errónea, porque desde luego que me han dado de comer, a pesar de dedicarme a ellas y de hacerlo a contracorriente de las modas productivistas dominantes). "¿Cómo una persona que es en sí por completo un método, puede comprender mi anarquía natural?" (Richard Wagner). "Sólo aquel que lleva un caos dentro de sí puede alumbrar una estrella danzarina" (Friedrich W. Nietzsche). "Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte." (José Saramago). "El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda." (Concepción Arenal). "Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos". (Charles Bukowski. ¿O ésta es de Homer Simpson?).
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