La irrenunciable soberanía individual

En estos tiempos de caos mental e ideológico, donde en función de las razones más disparatadas e interesadas se justifican toda clase de actitudes tendentes al control y la represión de los ciudadanos, supone una enorme satisfacción leer artículos como el que sigue, donde  se examina con gran finura y acierto la dicotomía que se establece entre quienes anteponen el respeto inalienable a las decisiones individuales y quienes se creen con derecho para marcar pautas que el resto de los individuos deba seguir. O entre la sociedad libre y la paternalista, o incluso entre la democracia respetuosa y la dictadura, sea explícita o encubierta:

El ministro que no amaba a la mujeres

Purificación Causapie Lopesino

(http://www.huffingtonpost.es/purificacion-causapie-lopesino/el-ministro-que-no-amaba-a-las-mujeres_b_1810973.html?utm_hp_ref=spain)

«El pasado 16 de agosto alguien me envió un tweet que contenía una gran reflexión: «si le pegas una guantá es maltrato pq no es objeto de tu propiedad, si matan a un niño abortando es pq ellas tienen derecho a decidir». En menos de 140 caracteres el autor había sido capaz de trasladarnos un mensaje que, podríamos pensar, le «salió del alma», y que trasmite en pocas palabras el peso ha tenido y tiene la misoginia, que como sabemos es el desprecio hacia las mujeres, y que en una acepción modernizada podríamos convertir en el odio hacia su libertad, si entendemos que esa es una condición de toda persona en una sociedad democrática.

Es un odio ancestral que mantienen algunos individuos y que tiene su origen en la incapacidad de las personas para convivir con otras diferentes a ellas sin someterlas. La clave está en la capacidad de amar y respetar a los demás desde la libertad, probablemente una de las tareas más difíciles a la que nos enfrentamos en nuestra vida, algo que mucha gente no aprende nunca, porque finalmente es más fácil someter la voluntad que negociar cada día la convivencia.

Esto es así en la vida, privada y pública, como lo es en la política.

Decía el teólogo Juan José Tamayo, en un artículo publicado en El País, que el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, «es el encargado de llevar a la práctica la política patriarcal del Partido Popular», y, una vez más, hacia referencia al «ministro que no quería a las mujeres», tal como han hecho opiniones y comentarios aparecidos durante los últimos tiempos en diversos medios de comunicación al referirse al ministro a partir de su ya célebre concepto de «violencia estructural».

Efectivamente, en todas sus declaraciones encontramos elementos cargados tanto de misoginia tradicional, al despreciar la capacidad de las mujeres para decidir sobre su propia vida, como del concepto patriarcal de las sociedad, puesto que es él quien se erige en defensor y conocedor de lo que realmente quieren y desean las mujeres españolas.

Todo esto tiene mucho que ver con la vivencia del amor en lo privado y en lo público en la sociedad democrática moderna. Frente a la idea tradicional del patriarcado que sitúa la relación pública y privada entre las personas en un contexto de subordinación, el reconocimiento de la ciudadanía reclama la convivencia en igualdad. Como las personas maduras y libres, nuestra sociedad estaba evolucionando hacia este modelo de convivencia en igualdad, y en esto llegó al Gobierno el Partido Popular, y su ministro.

Empezó acudiendo a un tema claramente sensible: la violencia de género. Tras años de lucha de las mujeres y las instituciones, el Ministro pretende convencernos de que la violencia real es aquella que nos impide cumplir con nuestra verdadera esencia, que no es otra que el hecho de ser madres, nuestro destino y el escenario donde encontramos el motivo de nuestra existencia. Podríamos alegar que lo hizo sin ningún respeto, pero es bastante peor, lo hizo desde su posición ideológica, que incluye entender a las mujeres como ciudadanas de segunda categoría cuyo destino se puede determinar fuera del ámbito de sus propias decisiones. Aunque pretenda disfrazarlo de modernidad en un intento ofensivo de utilizar un lenguaje procedente del feminismo, su discurso está en la tradición de la desigualdad y la sumisión de las mujeres, puesto que la mayor violencia hacia cualquier ciudadano, sea cual sea su sexo, es eliminar su derecho a decidir.

El ministro, como la inmensa mayoría de los españoles, sabe que muchas mujeres quieren ser madres y no pueden, porque no tienen trabajo, vivienda o recursos para mantener una criatura, y se aprovecha de esta realidad tan dolorosa para imponer su ideología, que como todas las ideologías tradicionalistas y conservadoras, incluyen la imposición de un forma de vida hacia las mujeres donde está incluido ser madres pero no ciudadanas.

Y esta propuesta la hace el Partido Popular mientras recorta derechos laborales a las personas, que dificultan la vida profesional de las mujeres y con ello sus posibilidades de tener una familia, mientras elimina la ley de promoción de la autonomía y atención a la dependencia, la financiación a las escuelas infantiles o las prestaciones de apoyo a las familias. Mientras expulsa del sistema educativo la educación en igualdad. Su mensaje para nosotras está claro, hemos ido demasiado lejos y ahora nos toca volver a casa, y las decisiones sobre nuestra vida las tomarán quienes tengan la capacidad de decidir.

Al fin y al cabo el debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo, es el debate entre quienes creemos en la capacidad de las mujeres a decidir sobre su maternidad y su forma de vida en el ejercicio de una ciudadanía plena, y quienes siguen creyendo que tenemos un destino que trasciende a los derechos ciudadanos, que justifica el trato sumiso y desigual.

Una compañera en Twitter me preguntaba qué podíamos hacer con mensajes como el que cité al comienzo, que llenan las redes de sexismo y misoginia. Sinceramente, creo que sigue siendo imprescindible avanzar en educación, sensibilización, concienciación… en todo aquello que contribuya a evitar que alguien piense que «dar una guantá» a una mujer está entre las conductas posibles y a su alcance, en definitiva trabajemos desde el Gobierno, las instituciones y las organizaciones, para que las relaciones entre las personas se produzcan en igualdad en lo privado y en lo público, y para ello es imprescindible «amar» a las mujeres, es decir, respetar su derecho a decidir y su ciudadanía plena.»

Acerca de Anarchanthropus crapuloideus

Calvo, feo, gordo y tontorrón. Este es mi perfil de acuerdo con quien más valor tiene para mí, mi adorado -y guasón- hijo Mateo. Podría añadir que soy una especie de anarcántropo crapuloideo. Pero buena gente, ¿eh?. Así que después de la presentación inicial, el resto así como más en serio: Lo mío son las cosas bien hechas, con gusto y paciencia. Me gusta el silencio, la calma. Me gusta cultivar la tierra, hacer la comida a la brasa, hacer pan, conservar las costumbres ancestrales. Me gustan las miradas firmes de las personas sin dobleces. Me gusta la esencia. Y la forma también, sí; pero sobre la esencia. Me gusta la soledad, compartida o no. Me aburren y me irritan la mediocridad rampante y la falsedad, la corrupción, la incapacidad y la indolencia que dominan nuestro día a día. Me enojan los “esclavos felices”. Soy raro, dicen. No encajo bien en los moldes convencionales. En muchas situaciones estoy a la contra. Si la inteligencia es la propiedad de adaptarse bien a cualquier circunstancia, no soy particularmente inteligente. Soy un intelectual inquieto, apasionado del mundo natural. Me fascina la vida. Y el color, los paisajes (¡el Alto Tajo!), el agua limpia, los animales silvestres (en especial los insectos, y sobre todo las mariposas), la montaña, el mar, las flores… Me hice biólogo, aunque padecí mucho durante la licenciatura; mi interés por el mundo natural me ha llevado a ser profesor universitario de Zoología y Conservación Biológica (también me entusiasma la docencia) y a fundar un grupo de investigación. Si no hubiera sido biólogo hubiera sido músico; me cautiva la música. U hortelano. O pintor. O... soñador de vencejos y hadas. No tengo estilos musicales preferidos, sino músicos preferidos: siempre se ha hecho buena música, y yo creo que ahora también (en contra de lo que opinan algunos críticos). Una relación de la música que más escucho se encuentra en http://www.last.fm/user/Troitio. Me entusiasman también la pintura y la literatura, tanto para disfrutar las creaciones ajenas como para crearlas yo mismo. Algunas frases ajenas que me han acompañado a lo largo de la vida: “Piensas demasiado para ser feliz” (dicha por la madre de la niña que más me gustó en mi adolescencia y primera juventud; yo no he estado de acuerdo en lo de que pensar “demasiado” te impida ser feliz, y de hecho me considero un privilegiado respecto a la felicidad). “Deja ya las mariposas, que no te van a dar de comer” (dicha por mi abuela paterna, que no entendía bien mi afición precoz, y que a la postre también se ha demostrado que era errónea, porque desde luego que me han dado de comer, a pesar de dedicarme a ellas y de hacerlo a contracorriente de las modas productivistas dominantes). "¿Cómo una persona que es en sí por completo un método, puede comprender mi anarquía natural?" (Richard Wagner). "Sólo aquel que lleva un caos dentro de sí puede alumbrar una estrella danzarina" (Friedrich W. Nietzsche). "Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte." (José Saramago). "El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda." (Concepción Arenal). "Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos". (Charles Bukowski. ¿O ésta es de Homer Simpson?).
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