Acerca de Anarchanthropus crapuloideus
Calvo, feo, gordo y tontorrón. Este es mi perfil de acuerdo con quien más valor tiene para mí, mi adorado -y guasón- hijo Mateo. Podría añadir que soy una especie de anarcántropo crapuloideo. Pero buena gente, ¿eh?. Así que después de la presentación inicial, el resto así como más en serio:
Lo mío son las cosas bien hechas, con gusto y paciencia. Me gusta el silencio, la calma. Me gusta cultivar la tierra, hacer la comida a la brasa, hacer pan, conservar las costumbres ancestrales. Me gustan las miradas firmes de las personas sin dobleces. Me gusta la esencia. Y la forma también, sí; pero sobre la esencia.
Me gusta la soledad, compartida o no. Me aburren y me irritan la mediocridad rampante y la falsedad, la corrupción, la incapacidad y la indolencia que dominan nuestro día a día. Me enojan los “esclavos felices”. Soy raro, dicen. No encajo bien en los moldes convencionales. En muchas situaciones estoy a la contra. Si la inteligencia es la propiedad de adaptarse bien a cualquier circunstancia, no soy particularmente inteligente.
Soy un intelectual inquieto, apasionado del mundo natural. Me fascina la vida. Y el color, los paisajes (¡el Alto Tajo!), el agua limpia, los animales silvestres (en especial los insectos, y sobre todo las mariposas), la montaña, el mar, las flores… Me hice biólogo, aunque padecí mucho durante la licenciatura; mi interés por el mundo natural me ha llevado a ser profesor universitario de Zoología y Conservación Biológica (también me entusiasma la docencia) y a fundar un grupo de investigación. Si no hubiera sido biólogo hubiera sido músico; me cautiva la música. U hortelano. O pintor. O... soñador de vencejos y hadas.
No tengo estilos musicales preferidos, sino músicos preferidos: siempre se ha hecho buena música, y yo creo que ahora también (en contra de lo que opinan algunos críticos). Una relación de la música que más escucho se encuentra en http://www.last.fm/user/Troitio. Me entusiasman también la pintura y la literatura, tanto para disfrutar las creaciones ajenas como para crearlas yo mismo.
Algunas frases ajenas que me han acompañado a lo largo de la vida: “Piensas demasiado para ser feliz” (dicha por la madre de la niña que más me gustó en mi adolescencia y primera juventud; yo no he estado de acuerdo en lo de que pensar “demasiado” te impida ser feliz, y de hecho me considero un privilegiado respecto a la felicidad). “Deja ya las mariposas, que no te van a dar de comer” (dicha por mi abuela paterna, que no entendía bien mi afición precoz, y que a la postre también se ha demostrado que era errónea, porque desde luego que me han dado de comer, a pesar de dedicarme a ellas y de hacerlo a contracorriente de las modas productivistas dominantes). "¿Cómo una persona que es en sí por completo un método, puede comprender mi anarquía natural?" (Richard Wagner). "Sólo aquel que lleva un caos dentro de sí puede alumbrar una estrella danzarina" (Friedrich W. Nietzsche). "Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte." (José Saramago). "El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda." (Concepción Arenal). "Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos". (Charles Bukowski. ¿O ésta es de Homer Simpson?).
Así es. No sé si es lo más fácil pero sí lo más cómodo y habitual el hecho de que la cabeza se convierta en esa cosa que portamos sobre nuestros hombros y que de cuando en cuando duele. Y poco más. Evidentemente el clan tira y tira mucho, porque la cuerda que nos ata a lo «clanaceptable» nos hace sentir los amos del mundo mientras bailamos en esa salsa social espesa y pesada. Ser bicho raro no es fácil menos para los entomólogos y los soñadores (Léase la historia de «El club de los salmones», de Feijoó y amigos). En fin, que ha salido el sol y que las lechugas brillan en la huerta con la helada de esta noche.
No puedo cerrar los ojos ante la realidad.
Tampoco puedo cerrarlos ante mi realidad.
No me gusta hablar con la boca llena pero prefiero hacerlo antes que sentir que esta cosa pesada que acompaña a mi cuerpo se oxida por falta de uso.
Buen día desde las Tierras Antiguas.
Menos para los entomólogos viejos y duros, no para el resto. Hay mucho entomólogo huequicéfalo, doy fe. Algún episodio ya he relatado por aquí, con pelos y señales. Supongo que recuerdas.
Como siempre, todo es cuestión de balances. Nada es negro ni blanco… sino del color del cristal con que se mire. Hace mucho tiempo, yo oía insistentemente la frase «los padres tenemos que educar a los hijos». Un día me dí cuenta de que se ignoraba sistemáticamente, e interesadamente, la otra cara de la moneda, y lo dije: «Y los hijos tenemos que educar a los padres». Precisamente porque los padres pueden haber diluido ya parte de su originalidad individual en la molicie de la corriente impuesta por el clan, por el condicionamiento social. Ahora me lo repito más que nunca. En la medida en que me dejo reeducar no ya por mi propio hijo, sino por mis alumnos, me mantengo relativamente fresco. Si cierro esa puerta me volveré viejo al instante. No me cabe duda.
Puertas abiertas. Espíritu crítico. Firmeza ante la imposición; pero plasticidad ante la alternativa constructiva.
Voy a ver eso de los salmones. Espero que no sean transgénicos, jeje. 😛
¿Sabéis cuan enorme es la cifra de pensantes, científicos, filósofos, técnicos,… que ostenta nuestra sociedad?
Pues bien, después de descubrir que la cultura no garantiza nada:
¿Sabéis cuan paupérrima es la cifra que reciben?
¿y de quien?
¿y para qué?
¿Que si lo sé? Voy a hablar de un caso conocido, al menos para mi: de mi mismo. Mi sueldo base, de acuerdo con mi nómina, es de 1.109,05 neuros, exactamente. Sobre cómo me los gano prefiero no hablar, pero vamos, mi ridiculum habla por si solo, supongo. Y sobre mi capacidad, disposición y compromiso como pensante, pues bueno, por la red andan mis contribuciones.
¿De quién lo recibo? De todos, se supone, a través de los impuestos. O sea, que así es como me paga la sociedad por el servicio que presto: considerándome «mileurista». ¿Por qué, si no, ese ansia por ser catedráticos de tantos de mis colegas?
Para qué recibimos esa cantidad ya es otro cantar. Porque la calidad de la docencia es, hablando en general, penosa.
Es lo que hay.
Bella particularidad más no por escasa si por común.
Siento su vacío.
Como siento el mío.
Tanto esfuerzo para tan solo recibir un salario.
¿Es ilícito intentar mejorar?
¿Quizás esperábamos más?
¿Qué nos falta?
…
Escuchaba a Alberto Espinosa, creador de “Polseres vermelles” en TV3, de cómo ha triunfado su serie en Catalunya, de cómo Spielberg ha comprado su idea, de cómo supero su cáncer, de cómo asiste a congresos de celadores, técnicos, auxiliares, enfermeras y en todos faltaba en su preparación: “la ética”.
¿Nos falta una línea clara de conducta ética, saber qué hacer y una vez conseguido ser felices?
¿O somos legión de ansiedad por bandera?
…