Capitalismo desarrollista frente a progreso consciente

«El capitalismo es sinónimo de desarrollo no sostenible«
Regards entrevista a Isabelle Stengers

(http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=3850)

 [Isabelle Stengers es una de las intelectuales más lúcidas y originales de nuestra época. Sus trabajos sobre filosofía e historia de la ciencia, especialmente los que ha escrito junto a Ilya Prigogine (por ejemplo, el ya clásico, La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia, Alianza Editorial, 2002), han tenido una gran influencia en el pensamiento científico, y también en la teoría política de nuestra época. La periodista Marion Rousset, de la revista Regards, ha conversado con ella sobre la crisis actual del capitalismo].

Polución, pesticidas, gas con efecto invernadero, desorden climático, desaparición de especies… ¿Tomamos la medida de la situación?

Isabelle Stengers. Si «tomar la medida» significa «comenzar a darse cuenta», respondería que sí: me parece que, en algunos años, hay una forma de saber común, que se va haciendo más importante. La idea de que las generaciones que vienen van a tener que enfrentarse a problemas enormes se ha impuesto finalmente, cuando no hace mucho se denunciaba a los «catastrofistas». Pero si «tomar la medida» significa «identificar y sacar las consecuencias», la respuesta es no. Grosso modo, se actúa como el avestruz. Por tomar el caso del calentamiento climático, el GIEC /1 anuncia que, en relación a 1990, las emisiones de los países desarrollados deberían disminuir entre el 20% y el 40% en un decenio, y que eso no será más que un pequeño comienzo pues para 2050 debería ser del 80% al 95%. Pero resulta que hoy hay que reactivar la industria del automóvil…

¿Qué hay al final del camino? ¿Qué es esta «barbarie que viene»?

I.S. No soy profeta en cuanto al fin del camino, pero en lo que concierne a la barbarie, no hay necesidad de ser profeta. Lo que ha ocurrido en Nueva Orleans después del Katrina es un ejemplo bastante claro. Ahí también, se sabía y no se ha hecho nada. Y son los pobres los que han vivido el horror. De la barbarie que viene, sabemos ya a qué sabe, con el trato a los sin papeles. Esto comienza con un gran suspiro de impotencia frente a toda la miseria del mundo, contra la que hay que defenderse. Y luego vienen el cinismo y la risa burlona frente a los «idealistas» que ignoran las realidades económicas. La barbarie estará instalada cuando el lamento «desgraciados los pobres», que forma parte ya de nuestra realidad, no tenga siquiera necesidad de disimularse tras discursos hipócritas sobre una futura justicia social.

¿Un capitalismo «verde» es posible? ¿Se puede pensar la cuestión del calentamiento climático sin poner en cuestión el capitalismo?

I.S. El capitalismo verde está ya aquí, con los biocarburantes, por ejemplo y la extensión de su monocultivo en detrimento de la agricultura local, como en Brasil. Gracias a él, podremos continuar viajando en coche y cogiendo el avión, aún cuando haya motines del hambre un poco por todas partes. El capitalismo es sinónimo de desarrollo no sostenible porque no puede comportarse de otra forma que abordando un problema en tanto que fuente posible de ganancia, una ganancia ciega a la devastación que produce. Darle la menor confianza nos condena a la barbarie.

Denuncias la fábula del progreso científico. ¿Qué respondes a quienes verían en este discurso una forma de regresión, incluso de oscurantismo?

I.S. La cuestión no es el progreso científico, sino la fábula según la cual constituye nuestro recurso frente al futuro que amenaza. Hay saberes científicos que pueden jugar un papel crucial, pero la mayor parte del esfuerzo de investigación está ya más que nunca sometida a los imperativos de la competición económica. Los investigadores están conminados a trabajar en asociación con la industria, a concluir en patentes. Con lo que se llama la economía del conocimiento, la investigación está perdiendo lo que tenía de autonomía. Si hay regresión, está ahí.

Afirmas que se ha vuelto inútil indignarse. ¿Qué quieres decir?

I.S. Indignarse es seguir todavía esperando que quienes indignan podrían, si lo decidieran, actuar de otra forma. Es concederles un honor que no merecen, puesto que nuestros gobernantes no saben cómo podrían actuar de otra forma. Me parece más interesante desmoralizarles, llevarles a que abandonen la postura de responsables que nos piden confianza y que no nos atemoricemos. Desmoralizarles significa no limitarse a reivindicar, como si todo dependiera de ellos, sino aprender a meternos en lo que supuestamente no debe importarnos. Esto no quiere decir abandonar la lucha a nivel político, las huelgas o los movimientos de desobediencia civil que se dirigen a ellos como efectivamente responsables de la situación. Esto quiere decir que hay que lograr articular los tiempos de la lucha y los tiempos de las producciones de saberes y de prácticas autónomas, que abran la imaginación a situaciones que ellos son totalmente incapaces de concebir.

¿En qué puede considerarse fundadora la experiencia de la lucha contra los organismos genéticamente modificados (OGM)?

I.S. Es más bien anunciadora. Nuestros responsables se han enfrentado a un rechazo que no preveían, como si la población fuera más lúcida que ellos sobre el futuro que se prepara. Su desconcierto es patente. Los OGM debían aparecer como un progreso permitido por la ciencia, portador de crecimiento y benéfico para la humanidad. La protesta ha favorecido producciones de saber, prácticas de alianza y convergencias de lucha que han sacudido todas las rutinas. Mucha gente ha comenzado a interesarse por la forma en que se toman las decisiones en lo que se llama el desarrollo, desde las orientaciones de la investigación científica, y todo lo que no se busca demasiado conocer, todas las preguntas que no se plantean, hasta los modos de producción agrícola pasando por el imperio de las patentes. Y han aparecido toda una serie de prácticas, particularmente con la rehabilitación de las semillas tradicionales, o los nuevos lazos entre productores y consumidores, que tienen una dimensión política fuerte. Se trata de reapropiarse de lo que el capitalismo ha destruido, tanto de una agricultura que no dependa de los abonos y de los pesticidas, que no destruya sistemáticamente los suelos, como de las prácticas de cooperación que son las únicas capaces de producir un futuro que no sea bárbaro.

Destacas el interés de las nuevas formas de lucha, iniciadas por los usuarios. ¿Constituyen una fuerza de propuesta, más allá del rechazo que representan?

I.S. El interés de las luchas de los usuarios es que alían rechazo y aprendizaje debido a que se puede definir una situación de forma diferente. Los usuarios aprenden de la situación que les reúne en lugar de ser definidos por intereses en conflicto. Como toda producción de inteligencia colectiva, es un proceso difícil, sin garantía. Pero es el leitmotiv de mi libro [Au temps des catastrophes : résister à la barbarie qui vient. La decouverte, 2009]: debemos aprender a no demandar ya garantías que establezcan que algo es bueno en sí. Se trata de aprender el arte de estar atentos, el arte de experimentar las formas de hacer y de pensar juntos, todo lo que hemos sido llevados a desaprender.

¿Que te inspira la palabra «decrecimiento»? ¿Por qué prefieres la expresión «objetores del crecimiento»?

I.S. Demasiados teóricos hacen del decrecimiento «la» solución a un problema planteado de forma casi aritmética, y juegan con la culpabilidad, como si se tratara de «nuestro» egoísmo. Se trata de inventar lo que significa el decrecimiento: es una cuestión de invención práctica colectiva, que puede ser portadora de una relación diferente con los demás, con las cosas y con el tiempo, que puede crear felicidad como cada vez que nos reapropiamos de una capacidad de la que nos habían separado. Los «objetores» se inscriben en este movimiento, fabrican e inventan lo que, en otro caso, es una triste consigna.

Notas:

1/ Grupo Intergubernamental sobre la Evolución del Clima.

Publicada en Regards nº 59, febrero de 2009. http://www.regards.fr/idees/isabelle-stengers-le-capitalisme.

Difundida por Europe Solidaire Sans Frontières. http://www.europesolidaire.org/spip.php?article21139

Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR

Acerca de Anarchanthropus crapuloideus

Calvo, feo, gordo y tontorrón. Este es mi perfil de acuerdo con quien más valor tiene para mí, mi adorado -y guasón- hijo Mateo. Podría añadir que soy una especie de anarcántropo crapuloideo. Pero buena gente, ¿eh?. Así que después de la presentación inicial, el resto así como más en serio: Lo mío son las cosas bien hechas, con gusto y paciencia. Me gusta el silencio, la calma. Me gusta cultivar la tierra, hacer la comida a la brasa, hacer pan, conservar las costumbres ancestrales. Me gustan las miradas firmes de las personas sin dobleces. Me gusta la esencia. Y la forma también, sí; pero sobre la esencia. Me gusta la soledad, compartida o no. Me aburren y me irritan la mediocridad rampante y la falsedad, la corrupción, la incapacidad y la indolencia que dominan nuestro día a día. Me enojan los “esclavos felices”. Soy raro, dicen. No encajo bien en los moldes convencionales. En muchas situaciones estoy a la contra. Si la inteligencia es la propiedad de adaptarse bien a cualquier circunstancia, no soy particularmente inteligente. Soy un intelectual inquieto, apasionado del mundo natural. Me fascina la vida. Y el color, los paisajes (¡el Alto Tajo!), el agua limpia, los animales silvestres (en especial los insectos, y sobre todo las mariposas), la montaña, el mar, las flores… Me hice biólogo, aunque padecí mucho durante la licenciatura; mi interés por el mundo natural me ha llevado a ser profesor universitario de Zoología y Conservación Biológica (también me entusiasma la docencia) y a fundar un grupo de investigación. Si no hubiera sido biólogo hubiera sido músico; me cautiva la música. U hortelano. O pintor. O... soñador de vencejos y hadas. No tengo estilos musicales preferidos, sino músicos preferidos: siempre se ha hecho buena música, y yo creo que ahora también (en contra de lo que opinan algunos críticos). Una relación de la música que más escucho se encuentra en http://www.last.fm/user/Troitio. Me entusiasman también la pintura y la literatura, tanto para disfrutar las creaciones ajenas como para crearlas yo mismo. Algunas frases ajenas que me han acompañado a lo largo de la vida: “Piensas demasiado para ser feliz” (dicha por la madre de la niña que más me gustó en mi adolescencia y primera juventud; yo no he estado de acuerdo en lo de que pensar “demasiado” te impida ser feliz, y de hecho me considero un privilegiado respecto a la felicidad). “Deja ya las mariposas, que no te van a dar de comer” (dicha por mi abuela paterna, que no entendía bien mi afición precoz, y que a la postre también se ha demostrado que era errónea, porque desde luego que me han dado de comer, a pesar de dedicarme a ellas y de hacerlo a contracorriente de las modas productivistas dominantes). "¿Cómo una persona que es en sí por completo un método, puede comprender mi anarquía natural?" (Richard Wagner). "Sólo aquel que lleva un caos dentro de sí puede alumbrar una estrella danzarina" (Friedrich W. Nietzsche). "Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte." (José Saramago). "El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda." (Concepción Arenal). "Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos". (Charles Bukowski. ¿O ésta es de Homer Simpson?).
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