Durante esta pasada semana se han discutido algunas cuestiones muy interesantes sobre la naturaleza de la actividad investigadora y sobre su evaluación. Allá van dos de mis contribuciones.
18-12-2008
Ojalá no nos resignáramos ninguno a que el índice de impacto simple o el número de citas por si solo fueran el único criterio evaluado [en relación con la producción de los científicos]. Desgraciadamente no es así, sino que incluso a medida que pasa el tiempo esa costumbre se va institucionalizando y la mayor parte de nosotros la asume como EL criterio. Lo cual es comprensible, si; es el signo de nuestros tiempos. La competitividad del libre mercado (por decirlo de la manera más simple) impone este tipo de esclavitudes. ¿Será que no puede ser de otra manera? Últimamente me hago mucho esta pregunta. Y me temo que la respuesta pueda ser afirmativa. Así que, si no puede ser de otra manera, probablemente no seamos capaces de romper la espiral que nos arrastra con rapidez hacia el destino final de toda especie…
No os mareo más. Saludos, JL.
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20-12-2008
Hola.
A lo largo de cada semana suelen sucederse correos que uno desearía poder contestar más pausadamente, aunque fuera de manera simple, pero el ritmo impuesto por las obligaciones inmediatas lo impide la mayor parte de las veces. Os pasará esto mismo a muchos otros. Esta pasada semana ha sido para mí especialmente interesante en cuanto a argumentos vertidos en el foro. Como no podía ser de otra manera, algunas de las ideas que me iban viniendo a la cabeza según leía los mensajes se me fueron quedaron en el tintero, porque no había más remedio que atender esa llamada, terminar ese informe, leer ese par de artículos indispensables para la discusión, y bla bla. No es que los fines de semana sean, en general, un paraíso de tranquilidad, porque para los "científicos profesionales de la actualidad" son precisamente estos días los que mejor pueden aprovecharse para pensar y asimilar algo más pausadamente todo aquello que durante la semana pasa como el rayo por delante de los ojos (y, a veces, se queda ahí, sin llegar más adentro). Lo cual, claro, se agrava para quienes tenemos obligaciones docentes más o menos severas, definidos por un ilustre (muy ilustre) colega como "investigadores de fin de semana". Y esto no es una queja, que conste; es una descripción de una situación, puesto que yo me considero a mí mismo un privilegiado por poder trabajar en lo que me gusta (y, además, por poder conservar una cierta vena "naturalista", a pesar de los embates implacables de la maquinaria productivista, y de poder estar tan cerca de gente mucho más joven y mentalmente mucho más fresca).
Soltada mi parrafada introductoria característica, allá van algunos apuntes de los que quedaron en el tintero:
Antonio Melic: "Todos parecen responder al arquetipo de ‘naturalistas’ y quizás por ello, abundando en esos tenebrosas ideas que de vez en cuando aparecen en el foro sobre los tiempos actuales y su fauna científica, no se incluye ni un solo autor del siglo XX, tiempos ya en los que los naturalistas cedieron, probablemente vía extinción, su nicho a los ‘científicos’ modernos de alto impacto. Una pena."
Una pena, si. No en sí el hecho del cambio de paradigma en el trabajo científico, que es natural (no hay nada estático en la esfera de lo social, y estos tiempos son particularmente dinámicos, como describía con tanta precisión Carolus Brigantinus). La pena es que no hayamos sido capaces de reconducir las cosas de tal forma que el espíritu naturalista (y humanista, en definitiva) pudiera conservar un hueco fundamental en el ámbito del trabajo científico. Solo unos pocos individuos privilegiados (extraordinariamente brillantes como científicos y coherentes como personas) son capaces de sobrevivir a caballo entre la excelencia científica y la militancia naturalista (no voy a mencionar nombres concretos, pero échese una ojeada a la página de la Estación Biológica de Doñana, donde hay un par de ejemplos sobresalientes). El resto de los científicos "mortales" o bien nos hemos reconvertido e insertado completamente en la cadena de producción, dejando a un lado cualquier asomo de romanticismo, o bien las pasamos literalmente canutas defendiendo quijotescamente nuestra vertiente de artistas de la naturaleza y pensadores (por modestamente que podamos estar desempeñando ese papel), cual Chaplin en Tiempos Modernos, o estamos en algún punto intermedio. ¿Somos inadaptados? Desde cierto punto de vista, si. Pero solo la variedad permite actuar a la selección natural… (esto es último es broma, evidentemente, no vayamos ahora a empezar un debate sobre el papel de la selección natural al nivel de grupo social humano, que nos volvemos locos).
Carolus Brigantinus: "La cuestión de la productividad del investigador se relaciona con la necesidad, cada vez más fuerte, de una sociedad racional que distribuye adecuadamente sus recursos; es decir que no los dilapida alegremente."
Desde un punto de vista teórico el razonamiento es impecable. Ojalá fuera así no solo con la productividad del investigador, sino con todo. Lo que habría que preguntarse es qué quiere decir "distribuir adecuadamente". ¿De acuerdo con qué criterios? Hay grandes diferencias en cuanto a la interpretación de lo que es justicia social por parte de distintos gremios sociales. Y, sin embargo, el criterio ampliamente dominante es el que impone la interpretación más mercantilista de las actividades, que en mi opinión tiene como uno de sus subproductos más característicos la proliferación del amaño y el fraude (si Madoff está en lo que está, qué no habrá por ahí suelto; vamos, que todos tenemos una idea aproximada de cómo funciona el patio). No estoy seguro de que la mejor forma de no dilapidar los recursos alegremente sea la que se lleva a cabo hoy día en nuestro mundo "occidental". Luego no acabo de ver que conecte, desde un punto de vista empírico, la primera parte de tu frase con la segunda, Carolus, dicho con todo el afecto. En otras palabras: del dicho al hecho hay mucho trecho…
"Estamos en un proceso de cambio muy profundo, y es fácil tener la impresión que vamos "hacia abajo" porque algunas cosas buenas (o que así nos parecen, por estar habituados a ellas) desaparecen o entran en contradicción con nuevas actitudes."
Una frase extraordinariamente interesante, Carolus. El problema está en que, aunque los cambios "a mejor" son muchos y evidentes, que vamos "hacia abajo" es, creo, difícilmente discutible. Me remito a algunas otras discusiones sobre lo que supone la explosión demográfica sin precedentes de la población humana a raíz de la revolución industrial, la presión desorbitada a que estamos sometiendo al planeta y las consecuencias sobre el medio natural que tienen, además, las tremendas desigualdades sociales entre los humanos consumidores del 80 % de los recursos (1/5 de la Humanidad, a grosso modo) y los consumidores del 20 % restante. Y no hay ningún indicio serio de que esto lo pueda parar nada, al paso que vamos. Me encantaría seguir, y sobre todo tener más tiempo para dar datos concretos. Los interesados los pueden encontrar tras un ratito de búsqueda en diferentes fuentes (serias) de internet y en algunos de los compendios sobre Conservación Biológica y Economía Ecológica.
Salud, y buen fin de semana.
JL.