Entre el 20 y el 30 de Julio he estado en Rodalquilar, en el Parque Natural del Cabo de Gata (Almería), intentando vaciar la mente. Me sentía física y mentalmente exhausto del curso que acaba de terminar, durante el cual me he echado sobre mis espaldas más trabajo y responsabilidades que nunca antes. Además, estaba desolado por los últimos acontecimientos en la Universidad (que quizá comente con más detalle en otro apartado, si no me come la mierda antes) y con una profunda sensación de frustración y fracaso al comprobar (una vez más) lo lejos que me encuentro de la gente que me rodea y lo perdidas que están todas mis batallas contra los molinos de viento de turno, y en definitiva, lo inútil que ha resultado, a lo largo de los años, mi defensa de una postura concreta en el ámbito laboral (el académico). Así que ni ordenador, ni móvil, ni separatas, ni nada de nada; solamente me ha acompañado una novela histórica, a las que tanto me he aficionado últimamente: "Un día de cólera", de Arturo Pérez-Reverte. Cuenta, novelándolo en cierto modo, el desarrollo del día 2 de Mayo de 1808, fecha de la revuelta de Madrid encabezada por Daoiz y Velarde en que se supone que empezó la guerra contra las tropas napoleónicas invasoras. Aunque desconozco hasta qué punto los hechos se desarrollaron como el autor narra porque he leido muy poco sobre aquel periodo, la novela me ha parecido muy interesante y muy bien escrita. Y, como no podía ser de otra manera, he subrayado párrafos especialmente relevantes para mí, que me ayudan a explicar aspectos concretos de mi propia situación. Allá va el párrafo "estrella". Las tropas francesas han sofocado la revuelta y están fusilando a quienes han apresado. En la cárcel, en situación desesperada, hablan un paisano y un soldado:
– Mira alrededor, compañero. ¿Qué ves? … Gente del pueblo. Pobres diablos como tú y como yo. Ni un oficial detenido, ni un comerciante rico, ni un marqués. A ninguno de ésos he visto luchando en las calles. ¿Y quienes nos mandaban en Monteleón?… Dos simples capitanes. Hemos dado la cara los pobres, como siempre. Los que nada teníamos que perder, salvo nuestras familias, el poco pan que ganamos y la vergüenza… Y ahora pagaremos los mismos, los que pagamos siempre.
– Soy militar –protesta García–. Mis oficiales me sacarán de aquí. Es su obligación.
– ¿Tus oficiales?… Esos están calentitos en sus cuarteles, esperando que escampe. Te han dejado tirado, como a mí. Como a todos.
– Pero la patria…
– No digas tonterías, hombre. ¿De qué hablas?… Mírate y mírame. Fíjate en todos esos simples, que se echaron a la calle como nosotros. Acuérdate de la hombrada que hemos hecho en Monteleón. Y ya ves: nadie movió un dedo… ¡Maldito lo que le importamos a la patria!
– ¿Por qué saliste a luchar, entonces?
– Pues no sé, la verdad –concluye–. A lo mejor no me gusta que los mosiús me confundan con uno de esos traidores que les chupan las botas… No permito que se meen en mi cara.
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Me identifico con el paisano, evidentemente. A uno de mis compañeros, profesor titular raso también, de los dos o tres que, anteponiendo su dignidad a cualquier otra circunstancia, resisten frente a las manipulaciones, triquiñuelas y presiones de los que mandan, lo identifico con el soldado.
Vamos, que los mosiús, independientemente de las razones que tengan para haber llegado a serlo, se seguirán meando en nuestras caras cuando haga falta. Uno no es más que una pieza insignificante, que además no encaja en el engranaje fundamental. Y aunque haya demasiadas piezas que no encajen, la máquina tiene combustible (básicamente, las pelas de la Junta) y funciona. Veremos qué pasa el día que desaparezca el espejismo, como está ocurriendo con la esfera de lo económico en España. Veremos a dónde va esto. Y veremos, entonces, a quién se pide cuentas… Mientras, cada vez que algún mosiú o alguno de los que tienen algo que perder o que ganar se me mee encima, saldré a la calle. Soy romántico. Qué le vamos a hacer. Y habrá más días de cólera, aunque la batalla esté perdida de antemano. Mis sesos están ya esparcidos por el suelo.
P.D. Oye, al final va a ser verdad eso de que "no me entero de nada", como dice uno de ellos. ¿Y eso de que "le doy la vuelta a las cosas", como dice otro (que no otra)? ¿Incluso que "no es que esté en contra de algo, es que estoy en contra de todo", como asegura una tercera (ésta si, femenina)? Vamos, si van a tener razón…